Boris Johnson contra las cuerdas por otra fiesta en plena cuarentena

“Bring booze to make the most of this lovely weather” (traigan alcohol para aprovechar al máximo este maravilloso clima), decía el mail que envió el asesor Martin Reynolds. En paralelo, ministros del gobierno de Johnson pedían a la gente que se quede en su casa y no realice reuniones sociales.

El mail del principal asesor de Boris Johnson a más de 100 personas en plena primera fase de la pandemia tenía el aire divertido de una fiesta juvenil. Invitación a “drinks” en 10 Downing Street y una sugerencia de que cada uno aportara su cuota de alcohol al evento, algo típico de eventos estudiantiles o informales, inusual en eventos oficiales. Por si faltaba algo el mail del asesor Martin Reynolds usaba una palabra del lunfardo para nombrar el alcohol: “bring booze to make the most of this lovely weather” (traigan alcohol para aprovechar al máximo este maravilloso clima).

El estilo, por insólito que resulte, es obviamente lo de menos. Una hora antes de que Reynolds enviara el mail, en la conferencia de prensa de 10 Downing Street, otro asesor de Johnson, Oliver Dowden, recordaba a los británicos que solo podían reunirse con una persona fuera de su hogar siempre que conservaran la distancia social. Y el entonces ministro de Salud Matt Hancock, pedía que el “lovely weather” no le hiciera olvidar a nadie que las reglas de interacción social seguía vigentes: había que mantenerse alerta en todo momento, era el mensaje oficial. No sería la primera ni la última vez en que 10 Downing Street violaba sus propias reglas.

El interminable escándalo

El escándalo saltó a fines de noviembre cuando el “Daily Mirror” reveló que Boris Johnson y su equipo habían asistido a una reunión pre-navideña que violaba los protocolos que debían seguir el resto de los británicos de cara al covid. A partir de allí se sucedieron las revelaciones sobre otras fiestas en noviembre y diciembre de 2020 que iban contra la política que el gobierno pregonaba a cuatro vientos. Unos días antes de la navidad, el “The Guardian”, publicó una foto del 15 de mayo de 2020 que mostraba a Johnson, su esposa Carrie, el bebé recién nacido de ambos, Dominic Cummings, entonces principal asesor del primer ministro, y el infaltable Martin Reynolds tomando vino tinto acompañado por galletitas con queso junto a otras 19 personas en una reunión que, como era de imaginar, no respetaba el protocolo exigido en la época al resto de la sociedad.

La seguidilla de revelaciones, que están siendo investigadas por una comisión parlamentaria, llevó a una caída estrepitosa de la ya alicaída imagen de Johnson. La comisión parlamentaria ahora agregó a su portafolio el mail de Reynolds con la invitación a más de 100 personas al evento, considerado por muchos comentaristas como la más grave de todas las denuncias. El tema clave, insoslayable con este último mail, es si Boris Johnson engañó (mislead) al parlamento y a la sociedad con las explicaciones que ha dado hasta el momento.

En caso de que se demuestre que Johnson no dijo la verdad al parlamento en sus distintas explicaciones que oscilaban entre que él no sabía nada y que el evento no violaba las reglas para reuniones de trabajo, el primer ministro podría renunciar. Es lo que pasa normalmente con los ministros pero, como muchas cosas en el Reino Unido, no hay nada especificado por escrito.

Johnson podría todavía insistir en su inocencia y aferrarse al cargo. En un país que no tiene constitución y se maneja en base al precedente más que la regla escrita, la historia le da una mano: no hay ningún hecho previo similar que lo obligue a dimitir. En todo caso, dada la dimensión del escándalo, está claro que rodarán algunas cabezas, la del inefable Martin Reynolds, diplomático de carrera, es una de ellas, casi seguro la primera.