Cerro Otto, Bariloche

La cima de San Carlos de Bariloche permite alcanzar una mejor perspectiva de esta región única e invalorable. Aventura, deportes, ofertas gastronómicas y una sucesión de elevaciones explican por qué es uno de los destinos preferidos por turistas locales y extranjeros. Una guía práctica y necesaria, antes de disfrutarla.

A sólo 5 kilómetros del centro de San Carlos de Bariloche, el cerro Otto, coronado por la única confitería giratoria de América Latina y con una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad y sus alrededores, ofrece al visitante diversión, gastronomía y una oferta cultural de particulares características.

Las cabinas se suceden unas a otras cada 30 segundos en la base del tradicional cerro, ubicado en la intersección de las avenidas de los Pioneros y Sara Mara Furman, y llevan a los turistas arribados de todo el mundo -unos 1.500 por día en temporada alta- hasta la cumbre, a más de 1.200 metros de altura.

Tras llegar a destino, los visitantes primero quedan impresionados con la imponente confitería giratoria -que se puede ver, desde varios puntos de San Carlos de Bariloche-, pero las sorpresas no terminan en esa tradicional estructura.

Una vez dentro, el turista se encuentra con una original muestra cultural, única en su concepto, dedicada íntegramente al genial artista florentino Miguel Angel Buonarroti, con la réplica de sus más famosas esculturas en tamaño natural.

«En su comienzo, cuando Boris Furman fundó este lugar, quiso darle una oportunidad a la gente que no podía viajar a Italia para apreciar estas obras de arte e hizo construir en Florencia una réplica en tamaño natural -80% en mármol y 20% en arcilla acrílica- del Moisés, del David y de la Piedad», contó, Facundo González, del área de Atención al Cliente del cerro Otto.

«Además -agregó- hay toda una galería con cuadros y dibujos dedicada al eximio artista, lo que genera un contraste por demás interesante: encontrar semejantes obras de arte en un ambiente de montaña».

La inmensidad y el encanto del lugar se realza, por supuesto desde las alturas y González dio cuenta de ello con su particular descripción. «Desde acá podemos observar, allá abajo, la ruta 40 sur que va hacia la provincia del Chubut; y al fondo la ciudad de Bariloche en toda su extensión, más el cerro Carbón, el cerro Ñireco y el cerro Ventana, llamado así por el agujero que formó la erosión del viento», explicó.

También, además de los espejos azules del lago Gutiérrez, el Nahuel Huapi y el Moreno este y oeste, desde la altura es posible observar las grandes elevaciones del Frei, el Catedral, el Tronador, el Goye, el López, el Campanario y el Bella Vista, que es de mucho menor tamaño. Con características propias, cada una de las montañas es una invitación a la aventura, tanto para primerizos estudiantes, como expertos y competitivos esquiadores.

Por su parte, las actividades que pueden realizar en las instalaciones del cerro Otto son variadas y están preparadas para grandes y chicos; desde el lanzamiento en trineos hasta las caminatas con raquetas a través del bosque de lengas.

Recorrer la zona a cualquier hora se ha convertido en una modalidad ineludible que promueve el deseo de un pronto retorno.