Cocca a días de un final soñado

Se bancó las turbulencias por la derrota en el clásico de barrio y la dura eliminación en la Copa Argentina, pero supo reorganizar la tropa, no se casó con nadie, y con cinco victorias en fila, conduce un equipo que ensaya la vuelta olímpica.

En el fútbol de hoy, los entrenadores exhiben con omnipotencia sus egos, poniéndose por encima de los jugadores, del club y hasta de la realidad que les toca vivir, Es más, ellos mismos se jactan de describir como un cuestión «de honor», lo que se describe como morir con las botas puestas, que no es más ni menos que el empecinamiento de mantener su filosofía de juego contra viento, marea, y hasta resultados, y esa actitud, suele llevarlos, en muchas ocasiones, a fracasos insoslayables.

Por eso, el gran mérito de Diego Cocca al frente del plantel de Racing pasó por su inteligencia para saber cambiar a tiempo, porque arrancó con la idea de imponer un funcionamiento que se basaba casi exclusivamente, en la posesión del balón, pero cuando vio que el equipo necesitaba otra cosa, a partir de la características de sus jugadores más destacados, no se casó con el sistema ni con los propios futbolistas que el había señalado como integrantes de la formación base, y logró revertir la situación, para que en base a la solidez defensiva y la contundencia del ataque, la Academia sumara cinco victorias en fila, sin recibir goles, y a una fecha del final del campeonato, haya quedado a las puertas de la gloria, porque si le gana a Godoy Cruz en su próximo compromiso de local, volverá a dar la vuelta olímpica después de trece años de espera.

De entrada, Cocca plantó su bandera del «fútbol asociado», y colocó a Acevedo, al que conocía de Defensa y Justicia, en el centro de la escena, como director de orquesta. Pero los instrumentaron comenzaron a desentonar, el equipo recibió dos golpes, casi de nocaut, por la caída ante Independiente y la eliminación de la Copa Argentina, quemó sus propios papeles y apeló al plan B, que le marcaba la propia realidad de Racing, por lo que Cabral, Aued y Bou le ganaron la pulseada a Nicolás Sánchez, Acevedo y Hauche, y la Academia se consolidó como protagonista del torneo a partir de su solidez defensiva (con Saja, que volvió a ser el de sus mejores tiempos) y un Milito que marcó los tiempos arriba, a partir de su jerarquía y experiencia, para jugar y hacer jugar a sus compañeros. Así, construyó un sueño que puede meterlo en la historia de Racing, a un paso de la gloria.