Con las FARC termina el capítulo de las guerrilas en América Latina

Cuando en junio pasado el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, le regaló al jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, una bala adaptada como lapicera, un “balígrafo”, dio un paso clave para el camino hacia el final de esa organización guerrillera como tal y, más allá, un paso gigante en la lenta transformación de las estructuras insurgentes en América latina.

El inusual obsequio fue la estrella de la jornada en la que el gobierno y las FARC acordaron el cese del fuego, y Santos celebró entonces que así como “las balas escribieron el pasado, la educación escribirá el futuro”. Es que las balas escribieron, en rigor, al menos parte de la historia no sólo de Colombia, sino también de otros varios países de la región.

Esto, aún cuando en Colombia misma se mantiene activo el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que apareció en 1964 -casi en simultáneo a las FARC- y parece encaminarse ahora hacia un idéntico proceso de negociaciones para sellar la paz. Quedan otros pequeños grupos que no reflejan la proliferación de organizaciones de décadas pasadas.

Aquellos grupos se inspiraron, en general, en la guerrilla que triunfó en la Revolución cubana, gestada a finales de los años 50 bajo el liderazgo de Fidel Castro. De los surgidos en los 60, la única organización que subsiste es el ELN.

Con diferencia de pocos años, en Nicaragua se conformó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN); en Uruguay, el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros y la efímera OPR 33; en la Argentina, Montoneros. Por la misma época también emergieron en Venezuela las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN); en Chile, el Movimiento Izquierda Revolucionaria (MIR) y en Brasil la Acción Libertadora Nacional (ALN), la Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR) y la guerrilla de Araguaia.

El intento de Ernesto Guevara de impulsar una organización de similares características en Bolivia fracasó en 1967, con el asesinato mismo del comandante guerrillero.

Poco más tarde, en los 70, surgió en la Argentina el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y más acá, en los 80, entraron en escena el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en El Salvador; Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), en Perú; la Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca (URNG), en Guatemala; el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), en Chile, y el Alfaro Vive Carajo, en Ecuador.

Además de las FARC y el ELN, Colombia tuvo una multiplicación inusual de grupos casi todos desmovilizados después de procesos de paz, entre ellos el Ejército Popular de Liberación (EPL), el Movimiento 19 de Abril (M-19), el Movimiento Quintín Lame, la Corriente de Renovación Socialista (CRS) y el Ejército Revolucionario Guevarista (ERG).

Los últimos grupos en aparecer en la región, en los años 90, fueron el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en México, y el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), aunque el gobierno de Asunción pone en duda las reales aspiraciones políticas de esta fuerza.

El logro de conseguir el poder a través de las armas le corresponde únicamente al Movimiento 26 de Julio cubano, que entró triunfante en La Habana en enero de 1959 y desalojó al dictador Fulgencio Batista, y al FSLN, que nació en 1961 y derrocó al dictador nicaragüense Anastasio Somoza en 1979.

Por vía de las urnas, en cambio, consiguieron llegar al poder los tupamaros uruguayos, el sandinismo en Nicaragua -después de perder elecciones- y el Frente Martí en El Salvador. Un caso aparte es el de Dilma Rousseff, ex guerrillera que ganó elecciones de la mano del Partido de los Trabajadores (PT) brasileño.

Así como hicieron varias organizaciones colombianas y van camino de hacer ahora las FARC, otras estructuras de América Central se desmovilizaron y se convirtieron en movimientos políticos legales tras firmar acuerdos de paz. Otros grupos, en cambio, desaparecieron ante la ofensiva militar o por su propio desgaste interno.

En Perú aún subsiste una pequeña estructura de Sendero Luminoso, que tiene a sus viejos líderes presos y a sus columnas enclavadas en la selva, con nexos aparentes con el narcotráfico, y en México el zapatismo, que llamó la atención del mundo en 1994, cumple un largo alto el fuego y maneja cientos de comunidades autogobernadas. En Paraguay, el EPP tiene acciones muy espaciadas y casi limitadas a secuestros extorsivos y ataques a fuerzas militares.