Disney llevará al cine la historia de un papá y su hijo

Fue hace un año cuando Emily lanzó la pregunta que suele corretear en las cabecitas de tantas nenas cuando juegan entre tules y castillos: «¿Papá, algún día puedo ser una princesa?». El padre le dijo que sí, pero no se conformó con comprarle una coronita de plástico para complacer el mohín de una belleza de 6 años: Jeremiah Heaton, un estadounidense de Virginia, buscó un territorio remoto que nadie reclamaba en Africa, viajó hasta allí, plantó en el lugar una bandera y bendijo a su niña con el título de princesa de la nación que acababa de fundar, el flamante «Reino de Sudán del Norte».

Esta historia absolutamente real, que fue publicada por Clarín a principios de agosto, no podía tener otro final que una película de Disney. El padre de la niña anunció anoche, en su página de Facebook, el «gran secreto» que su familia tenía guardado. «Llevó meses de negociaciones con el estudio, pero finalmente acá está la gran noticia: Walt Disney va a hacer una película sobre ‘El Reino de Sudán del Norte'».

Los famosos estudios, junto con la productora «Warrior Poets» de Morgan Spurlock desarrollarán la película que tiene el título tentativo de «La princesa de Sudán del Norte». Spurlock es conocido por haber producido documentales y éxitos como «Querida, encogí a los niños». No trascendieron más detalles del acuerdo.

«Nadie quiere decirle a una niña que ella no puede ser lo que sueña ser. En su mundo, una chica de seis años quiere ser una princesa», explicó Heaton en diálogo con Clarín hace semanas desde su casa en Virginia. «Y yo le dije que era factible». El hombre, de 38 años y dueño de una empresa de seguridad en minas, contó que se puso a buscar en Internet y descubrió que había una manera de tener un reino: gracias a un antiguo principio legal (en latín, terra nullius, que significa «lugar que no pertenece a nadie») cualquier persona puede apropiarse de un territorio que no haya sido reclamado.

Parecía imposible hallar una «tierra de nadie», en un mundo con casi dos centenares de naciones y 6.000 millones de habitantes. «Busqué primero en la Antártida, donde no vive nadie, pero por el Tratado Antártico nadie puede reivindicar territorio», contó Heaton. Pero, gracias a una búsqueda minuciosa en Internet, descubrió una zona, ubicada en la frontera entre Egipto y Sudán, no muy lejos del Nilo y el Mar Rojo, que es un territorio que nadie reclama. Se llama Bir Tawil, está en el medio del desierto y cuenta con una superfice equivalente a 10 veces la ciudad de Buenos Aires. «Tiene una historia clara de que es un territorio que no ha sido reivindicado por más de 100 años. Y me dije: ‘¿Por qué no voy allá y lo reclamo?'», contó Heaton.

Le tomó varios meses obtener todo lo necesario: un permiso del gobierno egipcio para viajar allí, porque no es un lugar turístico; diseñar una bandera con su mujer y tres hijos para plantarla en su futuro reino y llevar un GPS para saber efectivamente cómo llegar al territorio. Finalmente, el 16 de junio logró concretar el deseo de su hija y clavó la insignia familiar en un monte en medio del desierto. Sueño cumplido: Emily sería princesa.

Pero, ¿realmente es legal? El principio de terra nullius fue aplicado en los siglos XVI y XVII, sobre todo por las potencias colonialistas, a las que no les importó demasiado que en las tierras hubiera nativos. Hubo algunos casos más modernos en donde se aplicó el principio, como en una disputa entre Japón y China por unas islas, o entre Noruega y Dinamarca por Groenlandia. Para Eduard Swaine, profesor de Derecho de la Universidad George Washington, es posible, pero no es tan simple. «Primero hay que probar que ese territorio no fue reivindicado por nadie. Y eso debe ser evidente», señaló. «Luego, Heaton debe efectivamente ocupar ese territorio y eso va más allá del simple hecho de clavar una bandera o tomarse una foto». También, coinciden los expertos, debería ser reconocido por los países vecinos y por las Naciones Unidas.

El padre de Emily está trabajando sobre los aspectos legales. Ahora busca establecer relaciones con Sudán y Egipto y convencerlos de que quiere convertir su «reino» en un centro de producción agricultural, como quieren sus chicos, que se están criando en una granja de Virginia. Heaton asegura que lo que hizo es legítimo. «Es un procedimiento que se ha hecho por miles de años. Esa tierra me pertenece porque tiene un claro récord de que no ha tenido reclamos por mucho tiempo, al menos por 100 años; no vive nadie allí y yo puedo transformarla en algo mejor. Por todo eso soy el rey del reino de Sudan del Norte», dice a esta corresponsal.

¿Va a mudarse allí? «No hay infraestructura ahora», explica Heaton. «Pero una vez que la tengamos nos vamos. Tengo una familia con chicos pequeños y no voy a trasladarlos a vivir en una carpa en el medio del desierto». El papá de Emily dice que se dedicará ahora a recaudar dinero para desarrollar un polo de agricultura en su Sudan del Norte para, con el tiempo, poder instalarse allá.

Heaton cuenta que su hija Emily, hoy de 7 años, está feliz y que no le cambió la vida ser una princesa. Jura que peleará por sus derechos, que son los mismos que usaron muchas potencias en el mundo a lo largo de la historia. La diferencia, según el papá, fue que lo que él hizo no fue un acto de guerra sino de amor. «Fundé una nación en nombre del amor por mi hija».

La historia emocionó a los directivos de Disney, que ven concretado al pie de la letra el lema de la compañía «donde los sueños se hacen realidad». Apenas demoraron unos meses para sellar un acuerdo con la familia. Ahora la pequeña Emily no solo tendrá un reino sino también su película.