El BCRA baja las tasas

Lo que fue un pequeño paso para la liquidez se interpretó ayer como un gran riesgo para la economía. El sistema financiero entero se sorprendió con una decisión oficial que hasta ahora recomendaba a todas voces evitar: en momentos en que el dólar había empezado a insinuar un peligrosa suba tanto en el mercado de las grandes empresas como en el de los ahorristas, el Banco Central resolvió bajar las tasas de interés que son referencia para todos los productos bancarios (las que ofrece en su licitación de deuda) y enviar con esto una señal de que empezará a expandir aún más la cantidad de dinero en la economía.

En un comunicado, el organismo anunció un recorte de un punto porcentual (100 puntos básicos) en el retorno de las letras en pesos que coloca a tres y cuatro meses de plazo, del 26,80% al 25,86% y del 27% al 26%, respectivamente, como no lo hacía desde principios de mayo pasado. La baja tendrá un impacto inmediato y directo, pero leve, en los créditos prendarios y personales que fueron regulados hace pocos meses por la entidad oficial, porque están atados por normativa a este rendimiento que pagan las Lebac; y uno más lento e indirecto, a la vez, pero más determinante sobre algunas variables clave de la economía, como los precios y el dólar.

El movimiento, que buscar reimpulsar la actividad en plena recesión, había sido largamente resistido por el presidente del Central, Juan Carlos Fábrega, desde que resolvió en febrero pasado desarmar de plano una fuerte corrida cambiaria mediante un inédito ajuste de diez puntos porcentuales. Los banqueros lo recibieron ayer como un indicio de que el funcionario dejó ya de tomar las grandes decisiones en el organismo oficial, y que en su lugar toma fuerza la influencia del ministro de Economía, Axel Kicillof. La convivencia en los próximos días podría ser más parecida a la que debieron sobrellevar el año pasado la predecesora en el Central, Mercedes Marcó del Pont, y el exsecretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.

El nivel en el que habían quedado desde mayo las tasas de interés obligaba a los bancos a mantener altos los costos de sus créditos y, en menor medida, el retorno que pagan por sus plazos fijos. Este encarecimiento del dinero ayudaban en cierto modo a moderar la expansión de liquidez en la economía y, por lo tanto, restaba fuerza a la demanda de bienes y de divisas.

Aun con esto, la novedad del default disparó durante la última semana las expectativas de devaluación y alimentó la presión cambiaria. El dólar «blue» se afirmó cerca de $ 13; la tasa de depreciación implícita en los futuros de dólar pasó del 29% al 34% anual; el dólar «Bolsa» se disparó desde $ 11 hasta $ 12,20; y el contado con liquidación pasó de $ 10 a $ 10,76. Buena parte de la suba de ayer pudo ser explicada por esta baja de tasas, que había empezado a trascender desde las primeras horas de un día cargado de reuniones de banqueros. Y que eclipsó algunos «gestos» que había pretendido hacer simultáneamente la mesa de dinero oficial: una tibia liberación en la venta de dólares para importadores, que pareció no alcanzar.