El encuentro de los 14 nietos de Carlotto

Los nietos de Estela de Carlotto cuentan cómo fue el segundo encuentro con su primo recuperado, Ignacio Guido, el «mito viviente» que se convirtió en uno más de «Los Catorce». «Lo soñamos, nos preparamos, pero la realidad superó la imaginación», dicen.

La decimocuarta silla que esperó vacía durante treinta y seis años finalmente se ocupó. Ignacio Guido se sentó el jueves frente a una mesa servida con carne a la parrilla y vino, y rodeada por un batallón de primos: los nietos de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, que por primera vez, y una semana después del primer encuentro con su primo recuperado, se abrazaron en una cena íntima en la que no participaron ni los tíos ni la abuela: «Lo tuvimos para nosotros solos», cuenta a Tiempo Argentino Sofía, la hija mayor del diputado nacional Remo Carlotto, y se le escapa una risita. Los primos completos, o «Los Catorce», como rebautizaron el grupo de mensajes de WhatsApp con el que interactúan diariamente con su flamante incorporación, se reunieron en La Plata con un primo que, al hacerse tangible, aseguran que superó a ese sueño que soñaron desde que nacieron. «Se nos dio de una forma tan perfecta que por momentos nos pellizcamos entre nosotros para saber si es real lo que está pasando», explica Bárbara, hija mayor de Guido Carlotto, el Secretario de Derechos Humanos de la provincia. «Yo estaba seteado para la búsqueda», completa Juano Falcone, hijo de la titular de la Conadi, Claudia Carlotto, para redondear la idea de que ninguno de los nietos de Estela puede todavía creer.

«Nos está dando una lección de amor», confiesa Bárbara, que junto a Valentina, Juano y Sofía reconocen que están en una etapa de enamoramiento con Ignacio Guido (Montoya Carlotto), como decidió llamarse. De todas formas, ellos consensuaron decirle Pacho, el sobrenombre que le pusieron sus amigos. «Le decimos Pacho. Él nos pidió que le digamos Ignacio, y por supuesto vamos a respetarlo. Pero es raro porque durante tantos años le dijimos Guido», reflexiona Sofía.

Desde la restitución, el 5 de agosto, los nietos de Estela están como «en el aire». «Desde que nacimos vivimos con esta incógnita, con este vacío de una persona que falta todos los fines de año para brindar, que cada vez que nos pasaba algo lindo faltaba para compartirlo. Nunca se está preparado para una noticia así», explica a Tiempo Argentino Bárbara, de 29 años, estudiante de Historia, trabajadora de la Secretaría de Derechos Humanos y, desde la aparición de Ignacio Guido, quinta prima por orden de edad.

El hijo de Laura Carlotto y Wilmer Oscar Montoya se sentó el jueves a la mesa –aunque cotidianamente los primos se juntan todos los lunes para empezar la semana «con buena onda»– junto a Bárbara, Valentina (las dos hijas mayores de Kibo Carlotto; los más chiquitos, Máximo de 4 y Facundo de 6, se fueron a dormir temprano); con Leticia, Laura y Juano Falcone, Manuel Morales, Camilo y Valentín (los seis hijos de Claudia Carlotto); y Sofía y los mellizos de 23 años, hijos de Remo Carlotto. «Éramos un batallón de gente», se ríe Valentina.

La cena comenzó con un regalo: una camiseta suplente de River firmada por Fernando Cavenaghi («Para Guido con mucho cariño», dedicó el delantero) que el secretario de Deportes provincial, Alejandro Rodríguez, le acercó a Valentina. «Se la puso y no se la sacó más», cuenta.

«Nosotros lo soñamos, nos preparamos, lo imaginamos, pero la realidad es que, como dijo Gioconda Belli en alguno de sus libros, ‘la realidad a menudo supera la imaginación’. Y la verdad que fue así», sigue Bárbara. Y redondea: «Reaccionamos todos de distintas formas. Y los hechos nos fueron pasando por arriba. Era un sueño, era para nosotros, y ese mismo día se preparó la conferencia de prensa y la verdad que no tuvimos mucho tiempo para vernos a los ojos entre la familia, abrazarnos, besarnos, llorar, porque los hechos pasaban todos rápido.»

La restitución del nieto 114, el nieto de Estela, sacudió a la familia que, de a poco, empieza a acomodarse. «Él nos está dando una lección de amor. Somos una familia muy grande, muy intensa, muy unida. Entre los primos, además de una relación de parentesco tenemos una relación de amistad: nos juntamos todo el tiempo, cenamos, paseamos, vemos bandas de rock; hacemos de todo, porque los ocho más grandes nos llevamos muy poca edad y tenemos un vínculo muy fuerte», dice Bárbara.

El primer encuentro de Ignacio Guido con sus primos fue el jueves 7 de agosto, dos días después de que conociera su verdadera identidad. Esa vez, en La Plata, los 13 nietos de Estela y sus parejas lo rodearon apenas traspuso la puerta, mientras se apretujaban emocionados entre ellos para evitar abrazarlo sin controlar la felicidad que los desbordaba.

Todo fue un poco tenso por la alegría contenida. «De todas maneras él se encargó de descontracturar. Imaginate que eran 36 años contra 2 meses. Era como un mito viviente. Y para él lo que estaba pasando era una cosa absolutamente repentina», cuenta Juano Falcone.

Como su primo restituido, Juano es músico. Es baterista y con La Caverna (su banda, aunque también toca en la del ex Callejeros, Patricio Fontanet) acaba de editar un disco en el que incluye el tema «Cinco Horas», que relata ese exacto lapso que su tía Laura estuvo con su hijo luego del parto en cautiverio. «Habla de esas cinco horas y de que lo íbamos a buscar juntos. Es muy raro que días después de editar el disco lo hayamos encontrado», reflexiona.

«Ahora es todo felicidad. Pero claro, es una felicidad tan novedosa que estamos tratando de administrarla. Por ahora con muy poco recato. Pero contentos. En términos personales el sentimiento que más puedo identificar es la paz, por lo que veo que produce ya no sólo en nosotros sino en mi abuela. Creo que cierra un montón de círculos. Creo que en ella hay algo que se pudo cerrar en cuanto a la búsqueda de Guido, y también respecto a Laura», agrega.

La paz de la que habla Juano es la de saber que Guido es una realidad, aunque les cueste creerlo. «Ese abrazo trunco existe y de ahora en más lo que venga se construirá con tiempo. Pero ese abrazo que, por un lado teníamos la certeza de que iba a existir, pero que por otro lado estaba ese temor de que la ideología no lo permitiera, existió, y eso a mí me tranquilizó mucho”, completa.

Entre las primeras impresiones del encuentro, Juan resalta el parecido físico de su primo con el padre «Puño» Montoya y la cercanía de Ignacio Hurban (nombre con el que Guido vivió hasta ahora) con las Abuelas, el proceso de Memoria, Verdad y Justicia y la lucha democrática del país por sanar las heridas que dejó abiertas la dictadura.

«Hay una mirada del mundo intrínseca a la sangre, a los nervios, a los genes que explica un poco su forma de ser: él, sin saber que no era quien era, hizo un camino, un recorrido, cuya coherencia se concatena con lo que las Abuelas han pregonado siempre. Por supuesto que en su contexto y con sus herramientas, pero creo que eso explica muchas cosas.» Y remata: «Estamos muy felices de que Guido sea él y no otro.»

–¿Lo soñaban así?

–No, la verdad que no. Uno pensaba e imaginaba todo el tiempo cómo iba a ser el encuentro, pero la verdad que nunca pensé que iba a ser tan perfecto. La verdad que él es una persona muy copada. Además tiene un humor muy parecido al nuestro, así que eso nos acercó bastante.

Los nietos de Estela de Carlotto aseguran que la abuela está muy feliz, que se la nota «más joven», con aires renovados, con mucha energía para seguir buscando a los 400 nietos que faltan. “A ella al principio también le costó y se lo tomó como si fuera un nieto más, muy estructurada en cómo se manejó con los otros nietos que han recuperado su identidad. Pero ya después se desestructuró y le salió la abuela de adentro”, dice Sofía.

Salvo Leticia Falcone, que es seis meses mayor que Ignacio Guido, todos los nietos de Estela nacieron buscando a su primo. Pero más allá de la felicidad del encuentro, esa búsqueda que fue transmitida por la abuela, todavía sigue.

“Estamos plenos. Pero todavía quedan 400 nietos que vamos a seguir buscando. En lo personal comienza a sanar, y por eso nadie puede sacarnos la sonrisa de la cara.”