Los candidatos presidenciales de Estados Unidos son elegidos mediante un complejo sistema de primarias, un largo proceso de varios meses en el que los votantes seleccionan a los aspirantes a la Casa Blanca por el Partido Demócrata y el Partido Republicano.

Las internas empiezan en enero o febrero y mantienen en campaña activa a los finalmente candidatos durante prácticamente 12 meses hasta las elecciones, que se realizan siempre en noviembre y cada cuatro años.

A diferencia de las de Argentina, las primarias de Estados Unidos no son obligatorias -porque el voto no lo es-, ni simultáneas, porque se celebran estado por estado en diferentes fechas, aunque hay días en que se vota en varios estados a la vez.

Tampoco son necesariamente abiertas, ya que en algunos estados se requiere ser afiliado a un partido para participar de su interna.

Aunque se conocen con el nombre común de «primarias», en la práctica pueden celebrarse mediante dos sistemas de votación diferentes: las asambleas electivas, o «caucus», y las primarias propiamente dichas.

En realidad se trata de un sistema de selección indirecta.

Cada estado o territorio estadounidense pone en juego, en su interna, una cantidad determinada de delegados por cada partido, que son quienes luego elegirán a los candidatos en las convenciones nacionales demócrata y republicana.

El precandidato más votado en el caucus o primaria de un cierto estado se lleva la totalidad o parte de los delegados que ese estado envía a la convención de cada partido.

Este año, la carrera entre precandidatos comenzará este lunes con el caucus de Iowa y finalizará el 14 de junio con las elecciones primarias en el Distrito de Columbia, la capital estadounidense.

Aunque es probable, como sucede en la mayoría de los casos desde hace años, que antes de que concluyan todas las internas algún precandidato consiga suficientes delegados como para garantizarse un triunfo en la convención y la nominación partidaria.

Los estados pueden optar por celebrar un caucus o una primaria.

Una de las diferencias principales entre los dos métodos radica en que las primarias son llevadas adelante por los gobiernos estatales, mientras que en los caucus son las representaciones partidarias de cada estado las que manejan la elección.

A su vez, los procesos y el rol de los ciudadanos son distintos en cada una de las opciones.

En las primarias los participantes votan a su postulante en las urnas, de manera individual y secreta, de la misma forma que en las elecciones generales.

Las primarias pueden ser cerradas, donde el votante debe estar registrado en el partido para apoyar al candidato de la misma bandera política, o abiertas, donde el votante puede acompañar a quien sea de su preferencia, más allá de su afiliación partidaria.

Las asambleas partidarias o caucus, en cambio, son más complejas y requieren de más tiempo.

En estos casos, los ciudadanos se reúnen un día de semana por la noche en distintos lugares como gimnasios, iglesias, colegios o casas privadas para debatir las distintas opciones sobre la mesa, y luego se dividen en grupos representando a cada candidato.

Dada la dinámica activa de este tipo de elección, actualmente minoritaria en el país, los participantes pueden convencer a los indecisos y lograr así ganar mayor apoyo para su candidato a último momento.

Se celebra un caucus por cada distrito electoral del estado. Al final del encuentro, que puede tomar cerca de dos horas, se vota a mano alzada, individualmente o por grupos, y gana el candidato que haya obtenido la mayor aceptación.

El caucus era la forma en que los estados de la Unión elegían originalmente a los candidatos presidenciales.

Pero a partir de principios del siglo XX comenzó a imponerse la opinión de que las primarias eran más justas y democráticas, así que la mayoría de los estados fueron abandonando el viejo método.

En las primarias y caucus, existen tres formas de asignar los delegados a los candidatos más votados en cada estado.

Las más comunes son la proporcional, donde cada candidato recibe una cantidad de delegados en proporción a los votos recibidos, y la del «ganador se lleva todo» («winner-take-all»), donde el triunfador se hace de todos los delegados.

La tercera es un sistema híbrido que permite combinar las dos opciones anteriores.

Mientras que los demócratas mantienen estandarizado su conteo bajo un método proporcional de distribución de delegados, los republicanos llevaron adelante ciertas reformas en sus reglas.

Éstas otorgaron mayor flexibilidad a las filiales de los estados, habilitándolas a elegir su propio método de asignación de delegados con vistas a la convención nacional.

Uno de los días más relevantes de la temporada de primarias es el llamado «Supermartes», en el que muchos estados desarrollan votaciones simultáneamente, resultando, en general, en la eliminación de los precandidatos con menos aceptación y mostrando con mayor claridad quiénes serán los que lograrán la nominación.

Este año caerá el martes 1° de marzo, cuando 11 estados realizarán sus primarias, entre ellos Alabama, Georgia, Minnesota, Texas y Virginia. A ellos se sumará Alaska, que hospedará el «caucus» republicano.

En julio, llegará el turno de las Convenciones Nacionales, que en esta oportunidad tendrán lugar en la ciudad de Cleveland, Ohio, en el caso de los republicanos, y en Filadelfia, Pensilvania, los demócratas.

El precandidato republicano que quiera suceder al actual presidente, el demócrata Barack Obama, tendrá desde el 18 al 21 de julio para conseguir el apoyo de al menos 1.236 delegados (50% +1) de un total de 2.472 para ganar la nominación.

Del mismo modo, la semana del 25 de julio encontrará en Filadelfia a 4.763 delegados demócratas que definirán al nominado para tratar de mantener al partido en el poder durante cuatro años más.

Para ello, el posible sucesor de Obama tendrá que hacerse del apoyo de 2.382 delegados, según los datos actuales, que no obstante pueden modificarse en base a lo que surja de las primarias.