La historia de Malala

El relato de una sobreviviente.En un libro, la adolescente paquistaní, Premio Nobel de la Paz, cuenta cómo sobrevivió al atentado de los talibán en 2012 y refuerza su llamado a la paz.

Tenía 15 años cuando los talibán la amenazaron de muerte. La acusaban de blasfema por defender el derecho de las mujeres a la educación en su país, Pakistán. Tuvo miedo. Se preguntó qué haría si uno de ellos fuera a matarla. Primero pensó golpearlo con un zapato. Pero ese gesto –una de las peores ofensas para los musulmanes– la haría tan cruel como él. “Malala –me dije–, simplemente dile lo que piensas. Que quieres seguir tus estudios. Por ti misma. Por todas las niñas. Por su hermana, por su hija. Por él”. Eso pensó.Pero cuando un hombre detuvo al micro que la traía de la escuela una tarde de octubre de 2012 y le disparó a la cabeza y al cuello, no pudo decirle nada. Malala Yousafzai despertó del coma varios días después, en un hospital de Birmingham, Inglaterra, donde la llevaron cuando en el hospital de Pakistán ya no tenían los medios para salvarle la vida. Después de una serie de operaciones, sobrevivió. Ya no tiene miedo. Aunque no puede volver a su país porque los talibán volverían a intentar matarla, su mensaje a favor de la educación de las chicas y las mujeres ha dado la vuelta al mundo.Con 17 años, hace un mes se convirtió en la persona más joven en recibir el Premio Nobel de la Paz –que compartió con indio Kailash Satyarthi– y acaba de publicar su experiencia en un libro “Malala, mi historia” (de editorial Alianza).Escrito con Patricia Mc Cormick, cuenta detalles del atentado que sufrió y cómo se recuperó después de más de tres meses de internación en Birmingham, donde ahora con su familia ha iniciado “una nueva vida”. Desde allí, mientras se dedicaba a su rehabilitación para recuperar movilidad en parte de su rostro –también debieron implantarle un dispositivo auditivo en el oído izquierdo–, siguió dando conferencias y hablando con medios de todo el mundo para difundir su mensaje por la paz y la educación.“Soy Malala, una niña como cualquier otra…”, afirma en el libro. Quiere ser la mejor de su clase. Tiene una amiga del alma, Moniba, con la que se cuentan secretos y pelean seguido. Tiene dos hermanos menores, con quienes vive discutiendo. Le gusta ver telenovelas.Malala tiene una madre que hace pocos años aprendió a leer. Y un padre, que es su guía en la vida y en la lucha, que dirigía la escuela para niñas a la que ella iba en su ciudad natal, Mingora, en el valle de Swat, noroeste de Pakistán.“Vivir confinada bajo los velos me parecía tan injusto… y tan incómodo. Desde muy pequeña siempre decía a mis padres que, hicieran lo que hicieran las demás niñas, yo nunca me cubriría la cara así. Mi cara era mi identidad. Mi madre, que es muy devota y tradicional, estaba escandalizada (…) Pero mi padre decía que yo podía hacer lo que quisiera. ‘Malala será libre como un pájaro’, decía a todos”, escribe. Agrega que en Pakistán gran parte de las mujeres no saben leer ni escribir. No pueden hablar ni tener contacto con hombres que no sean parientes próximos. Y se pregunta: “¿Por qué se trata tan mal a las mujeres en nuestro país?”También cuenta los atentados terroristas que se sucedían en su ciudad, luego de que el régimen del Tehrik–i–Taliban (TTP) ocupara militarmente el valle del río Swat y matara a muchos de sus habitantes, entre 2003 y 2009. Una noche, un muftí, una autoridad en la ley islámica, fue a su casa y dijo que la escuela de niñas era una blasfemia y había que cerrarla. Su padre no hizo caso. Malala, que se considera una verdadera musulmana, tampoco quería dejar de estudiar.A comienzos de 2009, le ofrecieron escribir un blog en el servicio en urdu de la cadena BBC. Un diario de una colegiala en su ciudad. Le recomendaron firmar con seudónimo. Allí denunciaba las atrocidades sufridas bajo el régimen del TTP. No tardó mucho en salir a la luz quién era la autora de esos textos. Malala ya era conocida en todo el mundo y había recibido premios por su defensa de la educación.El 9 de octubre de 2012, fue atacada. Fue internada primero en su ciudad, luego trasladada a Rawalpindi, cerca de Islamabad, la capital, donde le extrajeron una bala alojada en el cuello. Días después fue llevada a Birmingham. Allí supo lo que había ocurrido. “Así que lo hicieron, pensé. Los talibán hicieron lo que habían dicho que harían. Estaba furiosa. No porque me hubieran disparado, sino porque no había tenido la oportunidad de hablarles”, recuerda en el libro.En febrero de 2013 fue dada de alta, aunque la rehabilitación llevaría mucho más tiempo. Cuando cumplió 16 años, en julio de 2013, fue invitada a hablar en las Naciones Unidas, en Nueva York. “Pensaron que las balas nos harían callar, pero se equivocaron. Y de aquel silencio surgieron miles de voces”, dijo allí. En el libro insiste: “Mi mundo ha cambiado, pero yo no”.