No habrá forma de retener a Sánchez después de Japón

Después de la victoria ante Chapecoense, Carlos Sánchez se quedó en el campo de juego para una entrevista televisiva, y desde las tribunas tronó el «Sánchez no se va». Pero lo cierto es que a pesar del pedido popular, el uruguayo tiene un pie y medio afuera de River a partir de enero y de acá a fin de año, los cañones de la dirigencia parecen haber virado: resignados sobre su permanencia en el club, ahora esperan poder llegar a un acuerdo de renovación para, inmediatamente, venderlo y así no quedarse con las manos vacías, como le sucedió con Ariel Rojas, quien se fue a Cruz Azul con el pase en su poder en julio de este año.

«Espero que los dirigentes hagan un esfuerzo, pero si nos tenemos que ir, River no se va a quedar sin nada», había anticipado hace unas semanas Nelson Ferro Orrico, su representante, quien ya le busca nuevos rumbos en México o en Brasil. A los 30 años, y en el mejor momento de su carrera, Sánchez sabe que no le quedan muchas otras oportunidades de pegar el salto económico y no la dejará pasar, especialmente porque desde lo deportivo ya logró, tal vez, más de lo que esperaba y encima a fin de año jugará el Mundial de Clubes de Japón, donde podría llegar a tener una despedida única.

Después de meses de negociación, el club dejó en claro que no hará el esfuerzo económico que el jugador pretende -se repite la situación de Rojas- y que la propuesta de renovación por tres años está lejos de lo que cobrará Sánchez en su futuro club. A pesar de esta situación casi cerrada, el presidente, Rodolfo D’Onofrio, niega públicamente que Sánchez ya haya tomado una decisión, aunque el miércoles por la noche anunció que la semana que viene dará por terminado el tema. Por ahora, no quiso referirse a la posibilidad de que renueve el contrato para luego venderlo, aunque puertas adentro sabe que es la única opción que tiene River para sacar una tajada de la salida del que hasta ahora es uno de los jugadores más importantes del ciclo de Marcelo Gallardo.

Salvo ese año que estuvo a préstamo en Puebla, de México, Sánchez sólo jugó en el fútbol uruguayo y en el argentino y el año que viene logrará la salvación económica para toda su familia. El uruguayo tiene nueve hermanos y fue criado casi en la calle, después de que su padre lo abandonara a los ocho años. El ascenso económico que logró al llegar a ser futbolista profesional es notable, especialmente desde que juega en River (ya lleva más de cuatro años en Núñez), pero los dólares que aspira a cobrar en su próximo contrato marcarán la diferencia en ese sentido.