Otra final para Manu

Ginóbili lo hizo de nuevo, como el aceite indicado para lubricar el engranaje diseñado por Gregg Popovich. Fue campeón de la NBA en su temporada debut, allá por 2003, y repitió en 2005, cuando con los pelos al viento mereció haber sido el Jugador Más Valioso de la final contra Detroit. Disfrutó el tricampeonato con su amigo Fabricio Oberto en 2007. Y soportó estoicamente que cuando los Spurs bajaron un cambio, se comenzara a hablar de que era un equipo “viejo”. Como el viento, que todavía sopla.

“Daremos lo mejor para ganar el título. Enfrentaremos a un equipo talentoso y difícil, pero creemos en lo que tenemos”,admitió cuando levantó el hermoso trofeo de campeón de la Conferencia Oeste.

Popovich, “la bestia Pop” , prefiere hablar de cualidades intangibles cuando se refiere al bahiense.

» Manu se destaca por su competitividad, por ser un ganador y por unir al grupo en lo que haga falta”, repite. No le hablen de números porque un deporte colectivo no es matemática sino un “nosotros” que necesita de líderes positivos y altruistas que diseminen aquello de pensar en el todo antes que en el ego. Y así es como Popovich piensa en Manu.

Aun cuando todo acabe, quienes sobrevivan recordarán su nombre, imitarán su zurda y se revolcarán por el piso después de una pirueta aérea.

Porque Emanuel Ginóbili naturalizó lo sobrenatural: brillar en la elite mundial, resistiendo el inevitable paso del tiempo.

Todo un osado. Un prodigio. Un motivo para agradecer haber disfrutado de ser contemporáneo suyo.