Perfil autónomo de Scioli

La pregunta que más se escucha en el mundo político, empresario y periodístico es si Daniel Scioli podrá tener autonomía frente al rol protagónico de la presidente Cristina Fernández. La ansiedad crece día a día frente a la designación de Carlos Zannini como vicepresidente y al copamiento del cristinismo de paladar negro en todas las listas de legisladores nacionales, Parlasur y provinciales del Frente para la Victoria.

Claro que antes y después del cierre de listas pudo percibirse a un Scioli hiperkichnerista que comenzó a generar dudas dentro y fuera del peronismo. Inicialmente los voceros del gobernador bonaerense planteaban como excusa que su jefe debía «sobreactuar» su fe oficialista para asegurarse la bendición de la jefa de Estado. Temían que CFK le impidiera competir electoralmente por su sucesión. Ahora que el objetivo se logró ya no tienen tantos argumentos para justificar la radicalización K del candidato.

«En la primera parte de la campaña tenemos que fidelizar al 100% de la base electoral del kirchnerismo, sobre todo a los que pensaban votar por Randazzo», se justifican desde la mesa chica del sciolismo. No parece muy creible que el votante K pueda fugarse a otra alternativa electoral cuando la Presidente ya avaló a un candidato. Paradójicamente, las necesidades electorales del mandatario bonaerense son inversas: dicen los encuestadores más confiables que debería salir a buscar a los votantes independientes y moderados que no comulgan con la «línea dura» de Cristina para evitar el ballotage con Mauricio Macri.

Por el momento esa elasticidad que necesitaría para darle impulso a su candidatura no parece disponible. Probablemente no se deba a la voluntad del ex motonauta sino más bien por intransigencia de la propia CFK. «Después de la irrupción de Zannini en la fórmula desapareció lamentablemente cualquier línea discursiva que se asemeje a continuidad con cambio», comenta con preocupación un importante gobernador del PJ. Evidentemente, en el peronismo creen que el candidato no será autorizado a esbozar algún tipo de matiz con las políticas oficiales. Dicen en el sciolismo que se han archivado la mayoría de los papers que le han acercado Miguel Beín y Mario Blejer y, por ahora, el gobernador en materia económica ha decidido sólo consultar a su contador de confianza, Rafael Perelmiter. Aunque aún sigue activo el nexo con el ministro de Economía, Axel Kicillof, y con su archirrival Ricardo Etchegaray, quien ya fue confirmado al frente de la AFIP si el FPV gana los comicios.

Evidentemente la cuestión económica parece ser el talón de Aquiles del oficialismo en la valoración de la sociedad. Y si Scioli queda maniatado discursivamente no sólo puede dar un flanco muy vulnerable en la campaña sino que, en caso de ganar, la promesa de continuidad puede complicar el arranque de su gestión frente a la «herencia» económica que recibirá. «¿Cómo haría para implementar reformas que serían imprescindibles en el arranque de su administración sino anticipó nada en su discurso electoral?, comentan en los directorios de las compañías más importantes. Y tampoco se sabe si el kirchnerismo, eventualmente, lo acompañaría en medidas antipáticas.

Por todas estas cuestiones difíciles de descifrar es que voceros del oficialismo han decidido poner en marcha una feroz operación para instalar que el Gobernador bonaerense va a tener autonomía para gestionar. Claro que los argumentos que se utilizan no han generado mucha credibilidad en el establishment. No es fácil aceptar ingenuamente que Cristina le daría mucho margen de maniobra a alguien del que siempre desconfió. Y muchos menos esa versión de los «100 días de gracia» que le darían gentilmente a Scioli. Se busca más tranquilizar los ánimos del mercado y de muchos empresarios que no disimulan sus nervios frente a este escenario.

Quizás la mejor respuesta la dan los gobernadores peronistas, con el salteño Juan Manuel Urtubey a la cabeza cuando intentan convencer a propios y extraños que un eventual gobierno de Scioli será una coalición de la liga de mandatarios y la dirigencia sindical. Quieren demostrar que la acumulación de poder del cristinismo tiene fecha de vencimiento el 10 de diciembre y que cuando el ex motonauta tenga la lapicera en su poder va a cambiar la relación de fuerzas. Pronostican exageradamente un escenario de tensión política con los K que no genera tranquilidad precisamente en el «círculo rojo» por una gobernabilidad que asoma complicada.

Además, nadie sabe a ciencia cierta si el establishment peronista estará en condiciones de juntar el suficiente volumen político como para hacer zafar a Scioli del cepo K que le ha armado la jefa de Estado en un Congreso Nacional donde tendrían un rol protagónico Zannini, Wado De Pedro y Máximo Kirchner. También habrá que ver con cuantos integrantes contará la liga de gobernadores del PJ a partir del 10/12. Las economías regionales golpeadas por el retraso cambiario pueden generar escenarios desfavorables al justicialismo como el de Mendoza y Río Negro en otros distritos. Las amenazas de triunfos radicales en Jujuy, Santa Cruz, Tucumán, La Rioja y Catamarca pueden menguar el poder del peronismo tradicional. Más interrogantes para un escenario imprevisible.