Por qué un iPhone en Argentina cuesta casi el triple que en EE.UU.

Y un día, el iPhone volvió a venderse «oficialmente» en Argentina. En realidad, si bien no era un delito tenerlo o comprarlo, hacía mucho tiempo que los importadores habían dejado de considerarlo entre las opciones de sus catálogos, y la única manera de adquirirlo era viajando o entrando en el circuito de «importadores» particulares que vieron la forma de hacer un negocio algo flojo de papeles.

Por suerte, todo eso quedó atrás. Lo que es imposible de obviar es la diferencia abismal de precios que hay. No solamente entre los modelos de alta gama que otras marcas como Samsung, su principal competidor, tienen en el país, sino en mayor medida con el precio de vidriera que el mismo iPhone tiene en Estados Unidos.

Concretamente, Claro se convirtió este viernes en la primera de las operadoras locales en ofrecerlo, (desde unos días antes se consigue algo más caro aún en Garbarino y Frávega) y los precios pueden verse en su sitio. Por ejempolo el iPhone 7 de 32GB, el más básico del último flagship de la manzana, puede comprarse al nada módico precio de 26.999 pesos argentinos. Una opción es empezar a calcular si te cuesta más caro que irte a Miami a pasar unos días y comprarlo allá (que por efectista que sea, no siempre va a ser una cuenta ajustada a la realidad) y la otra saber por qué motivo Claro vende un aparato que cuesta 649 dólares en Estados Unidos al equivalente en pesos de 1.758 dólares.

Eso: ¿por qué?

«Argentina es indudablemente un país con una alta presión tributaria. En el caso de los celulares, éstos tienen impuestos que inciden directamente en su precio al público», explica en su blog Enrique Carrier, de la consultora Enrique Carrier y asociados.

¿Cuáles son esos impuestos? Hay un 18% de aranceles de importación; un 21% de impuestos internos que son específicos para bienes considerados suntuarios o de lujo; y un 21% de IVA. Como son impuestos que no se cobran todos juntos sino que se aplican en distintas etapas de la cadena comercial, no es correcto sumarlos y asumir que es el 60 por ciento sino que casi siempre es más. «A todo esto hay que agregarle los costos locales de comercialización y, obviamente, el margen de ganancia. De esta forma se llega rápidamente una relación que es mayor al doble de su costo en origen», razona Carrier.

La comparación con la carga impositiva de los terminales hechos en Tierra del Fuego no resiste análisis: allí, los componentes importados no pagan aranceles, mientras que los impuestos internos son apenas del 7%.

Además, desde Claro apuntan que la ventaja fundamental de comprarlo oficialmente radica en la garantía: si le pasa algo a un aparato que compramos afuera o que alguien nos trae de afuera, la única reclamación posible sería en el lugar de venta, en cuyo caso, adiós diferencia de precio.

Por último, Carrier sostiene en su publicación que aplicar impuestos internos a los smarphones es algo anacrónico. «Se trata de un tributo que se aplica a bienes suntuarios, pero si estos son consumidos por prácticamente toda la población del país, como es el caso de los celulares, no queda en claro qué tienen de lujosos», se pregunta