Robin Williams y sus adicciones

«Un día de repente me encontré con miedo y empecé a tomar, a veces es algo tan simple como eso» contó Robin Williams a la publicación The Guardian hace tres años, cuando se mostraba decidido a recuperarse de su adicción al alcohol y las drogas, batalla que entabló desde 1975, cuando su amistad con el también fallecido actor John Belushi los llevó a ambos a zonas oscuras. De hecho, fue la muerte de Belushi el disparador para su deseo de mejorar. Sin embargo, el camino fue por demás sinuoso. Entre la gran cantidad de recaídas, la más notoria se produjo en el 2006, cuando ingresó a un centro de rehabilitación, ya haciendo público su alcoholismo y tres años después debió ser internado por complicaciones cardíacas. Para un hombre que se encontraba luchando contra una larga adicción al alcohol y a la cocaína, la intervención fue la gota que rebalsó el vaso: durante la misma fue medicado con Propofol, analgésico al que posteriormente calificaría como «una droga devastadoramente poderosa» y que consumía todas las noches posteriores a la mencionada operación.

El éxito y sus limitaciones. Ser un actor ganador del Oscar y uno de los comediantes stand-up más prestigiosos del mundo no garantiza que puedas combatir una enfermedad crónica como la depresión de manera resolutiva. Williams fue un ejemplo de individuo que quiso sobreponerse a los constantes vaivenes de dicha condición, con muchos traspiés en ese recorrido. Por lo tanto, cuando se encontró siendo famoso en Hollywood, pensó que el alcohol era el único modo de lidiar con el hecho de estar en el centro de la escena. Sin embargo, su adicción tuvo su génesis en su ciudad natal de Chicago, donde su necesidad de hacer algo diferente sacó lo peor de él: «Por momentos me encontraba sin nada para hacer, me sentía tan solo y con tanto miedo que pensé que tomar me iba a ayudar y sí, lo cierto es que me ayudó en un primer momento». Según el propio Williams, la sensación que le produjo el alcohol fue de «tibieza»: «Sentí una tibieza general, todo me resultaba maravilloso». Pero la dosis de realidad no tardó en llegar y el actor se empezó a sentir aislado, especialmente debido a un hecho que afectaría profundamente su vida: la muerte de otro de sus mejores amigos, el actor Christopher Reeve.

Todo el mundo piensa que fue eso lo que me terminó de hundir, pero fue algo más egoísta, fue ese miedo al miedo que me llevó a querer estar calmo». Según el actor, una ansiedad constante lo amigó una y otra vez con la bebida, dejando atrás la cocaína porque «no quería convertirme en un paranoico que se movía como un vampiro durante el día». Así, y a pesar de los buenos momentos que le tocó atravesar en su vida, nunca pudo emanciparse del alcohol como arma para alivianar la depresión: «Te mentís todo el tiempo, te decís que podés parar cuando querés hasta que tu cuerpo te dice que no, y así sucesivamente», había expresado Williams, quien en julio de este año también había sufrido una recaída que lo condujo nuevamente a un centro de rehabilitación.

El actor falleció ayer a los 63 años de edad. Se habría tratado de un suicidio. «Siempre me sentí avergonzado por todo el daño que le ocasioné a mi familia, siento que de eso nunca voy a terminar de recuperarme, llegó un momento en el que tuve que decir ‘está bien no ser feliz'» había manifestado el actor, en una frase que hoy nos llena a todos de un inmenso dolor..