Un punto en tiempo de descuento

En Arroyito, la visita ganaba por un gol de Marín, pero Becker puso el 1-1 final de tiro libre en el último segundo. Fue por la ida de la segunda fase y la revancha será el jueves 17, en la Bombonera.

La agonía lo condenó a Boca. Cuando nada quedaba, cuando hasta el tiempo de descuento estaba cumplido, Central encontró un empate que deja esta serie de 16avos de final de la Copa Sudamericana con todo por resolver (el 17/9, en La Bombonera). Al cabo, el 1-1 tuvo que ver con el valioso Boca del comienzo y con el intenso Central del segundo tiempo.

Más allá del desenlace, esta visita a Rosario era otra buena prueba para ofrecer un panorama del nuevo Boca del Vasco, ese que nació después del adiós más inesperado, el del Virrey Bianchi de todos los éxitos. No fue muy distinta la versión de ayer a la del estreno exitoso frente a Vélez (3-1, en La Bombonera). Sobre todo en términos de la idea. Arruabarrena sabe lo que quiere con los futbolistas con los que cuenta. Señala que el 4-3-3 es, para este escenario, su planteo de cabecera. Pero como Gerardo Martino indica en la Selección que acaba de abrazar: «Es modificable ese dibujo». Así lo entiende también el flamante entrenador de Boca. Lo demostró anoche, en Arroyito, al momento del retroceso, cuando Central se venía: el 4-3-3 pasaba a ser un 4-1-4-1 en el que la solidaridad para defender se transformaba en protagonista central.

Fue un poco más el Boca del primer tiempo que ese Central unidireccional en términos de la búsqueda (sólo apostaba a los pelotazos para el siempre generoso y carismático Sebastián Abreu). Sin brillos, pero con más profundidad. Sin encantos, pero con más convicción. No fue casualidad que se pusiera en ventaja. El gol llegó en respuesta a uno de los mandamientos de Arruabarrena: el aprovechamiento de los espacios. Eso hizo Acosta cuando vio que por la derecha aparecía el lateral derecho, Leandro Marín, casi en posición de wing. Y hacia allí fue la pelota. Entonces, una definición estupenda sucedió: enganche con la derecha; remate de zurda al arco que parecía centro; aparición de Chávez para confundir, pero no para definir y gol, tras la confusión de Mauricio Caranta. El gol era el retrato de una verdad: la ventaja mínima que Boca exhibía en el desarrollo se trasladaba al campo de juego.

Un detalle de las dificultades de Central para desequilibrar: su primera llegada a fondo sucedió a los cinco minutos del complemento. Con el recurso conocido y repetido: pelotazo para Abreu, peinadita y aparición de Walter Acuña. Orion evitó que fuera gol.

Esa llegada fue un anuncio: Central comenzó a ser más profundo, tuvo más la pelota, se paró más cerca del arco ajeno. Y también llegó ante ese Boca vestido de blanco (ya no habrá esta temporada ni rosa ni fluo para las camisetas alternativas) y sin su traje de protagonista.

Perdió esa capacidad para manejar la pelota (con el primer pase de Gonzalo Castellani y con la prolijidad de César Meli, siempre importante para consolidar al mediocampo) y para sostener el partido en territorio conveniente.

Y padeció a ese Central que, empujado por ese contorno infaltable, se subió a la cornisa del empate. Lo tuvo Acuña, estuvo cerca Abreu y hasta Rafael Delgado pegó un remate en el travesaño. No le alcanzaba al equipo de Miguel Russo, que andaba desesperado tras los pasos del empate. Fue, tiró centros, pateó de afuera, chocó invariablemente. En esa búsqueda también cometió excesos (por ejemplo, la expulsión de Alejandro Donatti, sobre la hora). Pero insistió hasta el último de los suspiros. Y encontró el empate en ese tiro libre de Pablo Becker, de derecha, superado el quinto minuto de descuento. Fue un desahogo. Fue un empate que dejó todo el desenlace abierto para la revancha.