20 años de Catupecu Mach
Catupecu Machu festeja mañana en el Luna Park sus 20 años de carrera, con amigos invitados. «Lo que nos pasa es un quilombo alucinante», dicen.
Estaban ahí en una valija, o varias. Agrupados, desordenados, juntando polvo y hongos. Los días pasaban, los VHS se acumulaban sin destino definido. Eran horas de ensayos, de diálogos a cámara –como los que cada fin de año registraba Fernando Ruiz Díaz como una suerte de resumen de los 12 meses vividos–, de videos caseros con tocadas en vivo. Alguien hizo la cuenta y comprobó el número redondo. Veinte años. Ese fue el tiempo que pasó desde que Catupecu Machu puso su piedra iniciática en el rock argentino hasta hoy, cuando nadie discute su status de privilegio en la escena local. Más o menos así, buscando en el baúl de los recuerdos, comenzó esta celebración que mañana tendrá su gran festejo a las 21 hs. en el Luna Park: El grito después. «Vamos a tocar los temas que tenemos ganas, que muchos son los que la gente tiene muchas ganas de que toquemos. Así que será una feliz coincidencia», dice Fernando Ruiz Díaz a Tiempo Argentino (voz, bajo, guitarra y miembro fundador de Catupecu). «Va a ser un pantallazo en vivo de nuestra historia», describe Agustín Rocino (batería). Catupecu se completa con Sebastián Cáceres (guitarra y bajo) y Macabre (teclado, bajo y coros).
–Como es una fiesta de cumpleaños, tendrá muchos invitados, ¿no?
Sebastián Cáceres: –Es complejo porque somos una banda que tiene un montón de amigos y gente que participó en los discos y dijimos: «Bueno, que suban todos los que quieran y puedan estar.» Energéticamente viene todo muy descontracturado.
–Van a tocar temas que hace mucho no tocan. ¿Cómo fue la selección?
Fernando Ruiz Díaz: –Hay cosas que después del accidente de Gaby (NdeR: Ruiz Díaz, el hermano de Fernando y también fundador de Catupecu, quien en 2006 chocó con su auto) no queríamos tocar, no tenés mucha explicación. Pero ahora nos dieron ganas, es como una sorpresa, como reencontrarte con un sabor que hace mucho no reconocías.
–¿Y cómo transitaron el armado del documental y el libro que saldrá con el box set (ver recuadro) donde habrán revisitado momentos que no se acordaban?
FRD: –Fue re heavy metal y alucinante. La película empieza con una filmación mía del año ’93. No existía Catupecu. Hubo videos que tuvimos que restaurar, digitalizar, un trabajito.
Macabre: –Mucha gente acercó material, amigos que trabajaron en discográficas y tenían EPK de shows, y hasta hay materiales con teléfonos y camaritas digitales. Tiene diferentes calidades la película, y algo que nos gustó mucho fue ir combinando todo eso, desde imágenes pixeladas a otras en HD. Todo se cuenta con archivo. Hay material invaluable que queríamos meter pese a la calidad. Un show donde está Gaby haciendo un solo de bajo en el que la calidad del audio es terriblemente mala, pero la restauramos porque no queríamos dejarlo afuera.
FRD: –Lo ves a Gaby y decís: «Con 19 años no podés tocar así.» Un animal. Después, ni en Catupecu tocaba esa cantidad de cosas (risas).
–Fernando, después del accidente de Gaby, ¿habías visto material de ustedes, fotos, videos?
FRD: –No, rever no. Siempre estamos mirando para adelante, así que reencontrarnos con esto fue muy loco. Al ver todo el material, ves algo esencial de Catupecu, la parte que no se ve de las cosas. Y es alucinante.
–¿Cómo describirían esa esencia, ese sentido que se mantuvo en estos 20 años?
M: –Es medio indescriptible. Creo que la música lo termina describiendo.
SC: –Yo lo siento fuera de Catupecu, en mi vida personal. Esa esencia no deja de acompañarme nunca.
FRD: –Nosotros compartimos mucho adaptándonos a lo que nos toca vivir y a lo que hacemos que nos toque vivir y lo que aparece. Dije alguna vez que Catupecu Machu es lo más parecido a la vida. Es algo en lo cual vivís, renacés, te reinventás, tiene tragedia. Es una representación de manifestaciones momentáneas de inspiraciones. Hacemos músicas que están inspiradas 100% en lo artístico. Dicen que la vida imita al arte (Wilde) por eso, cuando ves artistas y te gustan es que te representen, es buenísimo. La música sirve para cuando estás deprimido y deprimirte más o para alegrarte más. Catupecu es una suma de cosas inexplicables en las cuales estamos implicados.
–Los atraviesa más allá del grupo…
SC: –Tengo la sensación de que a veces comemos juntos, a veces hacemos un viaje o un show, un disco, estamos siempre con la misma energía que trasciende y es Catupecu.
Agustín Rocino: –Y con sus costos. Nos costó amigos, novias, familias. No es fácil (risas).
–Vos, Fernando, fuiste padre hace un tiempito también…
FRD: –Sí, por suerte vino Lila, que después del accidente de Gaby fue como un vendaval de luz. Tengo fotos de Gaby con Lila donde él está re contento. Es alucinante todo lo que nos pasa. Yo creo que somos grandes trabajadores, pero no trabajadores que ficticiamente inventamos algo para que la gente guste de nosotros, nos dedicamos mucho a esto que hacemos y todo lo que nos pasa lo vivimos muy a fondo. Gaby, Lila, los 20 años, es como un quilombo alucinante.
–¿Y cómo se llevan con el balance? ¿Se sienten «viejos»?
M: –Sabios (risas).
SC: –Nosotros, en realidad, hace un año que estamos preparando esto como si fuera el primer año de Catupecu, con un entusiasmo tremendo, así que felices.
M: –Además, es casi como un capricho nuestro porque discográficamente no teníamos ninguna oblicación.
SC: –Yo creo que todo esto nos unió mucho más de lo que estábamos antes porque hicimos todo nosotros, tuvimos que trabajar en equipo coordinando las partes y estar en contacto todo el tiempo, fue una experiencia increíble, re linda.
FRD: –Si lo pienso y veo un poco para atrás, digo: «Cuánto que hicimos. Y vivimos.» Nosotros vivimos muy el presente, pero mirás para atrás y es mucho. Una historia llena de música, de lugares, de laberintos, entreveros, descontroles, paz.
–Antes de Catupecu, ¿fantaseaban con algo parecido?
FRD: –Si te ponés a pensar o imaginar algo así, no lo hacés porque es imposible.
AR: –Creo que debemos coincidir todos en la motivación. No sabés por qué empezás a tocar, si es porque querés expresar algo…
SC: –Yo creo que siempre toqué porque mis revoluciones son muy altas y no sé meditar. Y esto es lo más cerca de la meditación que conocí en mi vida. Vivo solo hace 25 años y lo único que tengo es un instrumento. Llego a mi casa, me pongo a tocar y me hace bien.
M: –Mi pre Catupecu estaba en el colegio. Siempre me gustaron los grupos de amigos y me planteaba cómo era vivir así, y me pareció que la música era lo más cercano a eso. El primer instrumento me lo regaló mi mamá, una guitarra. Me acuerdo de que en mi colegio había un oratorio y para ir a la sala de ensayo tenías que ir ahí y hacer obras de caridad. Recién ahí nos habilitaban la sala de ensayo. ¡Con mis amigos entramos corriendo!
FRD: –A mí, lo mejor que me pasó en la vida fue que mi papá me regalara a los ocho una guitarra de la Antigua Casa Núñez y que a los nueve mi tío Cacho de Santa Fe me dejara probar la cerveza. Y lo convencí a Gaby cuando él tenía siete años. Le decía: «Tenés que agarrar la guitara, cuando hay un cumpleaños o una reunión te ponés a tocar y se copa la gente.» Fernando siempre lo entendió así. Él supo desde chico cómo animar las fiestas con música y, sobre todo, con energía que desborda y contagia. Mañana, junto a sus compañeros de ruta, tendrá su gran revelación. Y Gaby, seguramente, escuchará el grito después. «
Dos fotos con historia
Durante las vacaciones de invierno se pudo ver en el C. C. Recoleta la muestra 20 años: El grito después, un recorrido por la historia de la banda con un riquísimo material de archivo. Entre esas fotos Fernando tiene sus elegidas. «La primera es en el living del programa Volver Rock. Yo me pelaba cuando tenía un jopo y usaba traje cuando no pensaba que íbamos a llevar la gente que llevamos ahora. Esta foto me gusta mucho porque es un momento feliz con Gaby. La otra, de Gaby gritando, es la que representa el grito después.»
«No existe el movimiento de rock»
El 30 de diciembre de 2004 se van a cumplir diez años del incendio en Cromañón, donde murieron 194 personas. La tragedia sucedió justo en la mitad de la carrera de Catupecu, que celebra sus 20 años en la ruta. Pero ellos, dicen, se mantuvieron siempre por un camino aparte que no se vio sacudido por los cambios en la escena. «Cuando yo tenía 18 escuchaba a Los Ratones Paranoicos, Los violadores, Pescado Rabioso, iba a ver a Soda Stereo a Sumo, la banda que más me sorprendió de la Argentina. Creo que la diferencia con lo que pasó después tiene que ver con una cuestión de actitud, más que con la música. Nosotros con Catupecu fuimos por un camino atípico. Cuando empezamos estaba naciendo el rock chabón y el hardcore y no tocamos nada que ver con eso. Fue un camino aparte», dice Ruiz Díaz. Sin embargo, reconoce: «Hay muchas manifestaciones artísticas que tienen que ver con la devastación cultural a partir de Menem que desculturizó totalmente a la Argentina. Para mí no existe el movimiento de rock. A nosotros nos gusta Almafuerte, Lisandro Aristimuño, Charly, Spinetta, Pappo. ¿Y ellos que son? ¿Es rock? Yo el tercer tema que toqué en la viola fue ‘Durazno sangrando’ y no sabía si era careta, futbolero o qué. Creo que se mezcló esa actitud del fútbol con la música pero nosotros no tenemos tiempo de andar mirando para el costado. Para mí con lo que pasó en 2004 hay que hacer un análisis más sociopolítico y geoeconómico. Creo que es un análisis que no tiene que ver con la música, sino con una respuesta a la política. Para mí un movimiento es cuando se junta gente que tiene ideas similares pero después te das cuenta que al rato empiezan a tener hijos, aparece la guita a los dos años y cualquier ‘ismo’ se mueve para otro lado. Nosotros pertenecemos al movimiento Catupecu Machu. Un movimiento es Zeppelin, otro los Stones, los Beatles, los Pixtols, Los Ramones. El rock me encanta porque cada artista o cada banda es un movimiento. Y punto.»
Imágenes vivas
En martes 26 saldrá a la venta un preciado objeto para los fans de Catupecu Machu: un box set completísimo que reúne en varios formatos parte de la historia de la banda. La caja contiene dos DVD. Uno con el documental El grito después, que narra con material de archivo el devenir de la banda, y otro con un extracto de tres shows: un acústico de la época de Laberintos entre aristas y dialectos, uno de Madera microchip del año pasado y uno eléctrico de 2005. «Es uno de los últimos shows con Gaby –dice Ruiz Díaz–, el primero de la gira de verano que hicimos en Pinamar. Fue increíble, mucha gente, un momento muy alto de la banda. Fue muy loco ver el material. Me acuerdo de que Karina Espósito (editora de la película) puso unas imágenes de un show en el Roxy que nunca había visto porque al toque fue el accidente de Gaby. Al verlas, me di cuenta de que fue la última filmación de él en vivo. Fue muy extraño mirar eso y decir: ‘Loco, se acaba Gaby.'»