No tienen códigos, respeto ni «huevos»
Gracias a Dios, son la minoría de los hombres en nuestro país. Pero, ostentan un lugar en los medios de comunicación rutilante para las personas que desconocen el ambiente de cerca y muy pobre respecto a los hacedores del mismo y que están en la cocina de cada programa.
Lamentablemente, una vez más, se ventilan públicamente lo que históricamente para el varón de la raza humana era un silencio de por vida para no dañar a los demás y mucho menos perder la calidad de hombre.
Los años fueron pasando, los tiempos cambiaron y en la actualidad, por distintos motivos, ya no se procede como antes y se sacan a relucir todas las miserias juntas sin medir el daño que puedan provocar.
Este es el caso de estos dos polifacéticos hombres que encontraron en el ambiente de la televisión de Buenos Aires un lugar donde explotar un nicho comercial importante para transformarlo en forma de periodismo de espectáculos a través del chisme y el descrédito.
Tanto Jorge Rial como Luis Ventura están demostrando su escasa hombría de bien. Uno por ensuciar el nombre de mujeres que compartieron la cama con él y que por distintos motivos hoy por hoy siguen caminos paralelos a esa vida llena de amor y encanto que el propio empresario de los medios se encargó de forjar a través de la caja de resonancia en cada uno de sus televidentes -muy pocos de acuerdo al ránking mensual-, dejando una penosa imagen al querer denigrar, primero a su ex esposa, luego a quién fue su novia oficial y en el medio a una amante que intentó ocultar y no pudo.
El otro personaje nefasto e indeseable, atiende a su propia familia, entrena a un equipo de fútbol, produce obras de teatro, dirige una revista semanal, está todos los días en la TV y cuando las penas golpearon a su puerta, el señor de la decencia se llenó la boca hablando de una señora a cuál embarazó y no reconoció haberlo hecho porque tampoco tuvo los pantalones de hombre bien puestos para hacerlo.
Sin dudas, dejan mucho que desear, por la debilidad del género y sus acciones despreciables, las cuáles para colmo, fueron diseminadas y abofetadas en sus propios espacios televisivos y ante sus cómplices compañeras de trabajo.
Redacción/Juan Carlos Martínez