Y llegó a millonario
Julio Chiarini camina con el paso cansino de quien acaba de ducharse luego de un entrenamiento bajo un sol de más de treinta grados. Lleva puestas unas ojotas, un pantalón corto y una remera oficial de River, y en su mano derecha tiene una bolsa con hielo. Se sienta en una mesa a unos quince metros de la pileta del hotel Holiday Inn, aquí en Sunrise, y se queda con el torso desnudo para ponerse hielo en el hombro izquierdo. “Me trabé un poquito en una volada, pero no pasa nada”, dice y suelta una sonrisa tímida el arquero que llegó a River para ocupar el lugar que dejó vacante la ida de Leandro Chichizola como suplente de Marcelo Barovero. Tiene tatuado buena parte de su cuerpo, pero los que sobresalen son dos: uno que lleva en la parte superior del pecho que dice “By always my family (para siempre mi familia)” y otro que se ve en su espalda con la leyenda “Glorioso por siempre” y que da cuenta de su amor por Instituto de Córdoba, el club desde donde pegó el salto a River.
Chiarini tiene 32 años y es un arquero itinerante al que la “gran oportunidad” de su carrera, como él mismo le dice a Clarín, le llegó más tarde de lo que él hubiera deseado. Conoció como pocos los arrabales y ese no sé qué que tiene el fútbol del Interior del país: después de jugar en las inferiores de Deportivo Español y de Chacarita, y de debutar en Defensores de Cambaceres, atajó en Huracán de Comodoro Rivadavia, en Brown de Puerto Madryn, en Luján de Cuyo y en Alumni de Villa María. La escala posterior fue Instituto, con el que quedó varias veces a las puertas del ascenso a la A pero nunca pudo sacarse esa espina.