El vampirismo de moda
El nombre fue impuesto por los mismos jóvenes que son los que se quedan a subir fotos con la etiqueta vamping durante la noche y la madrugada en las diferentes redes sociales. Sabemos que el principal uso que hacen los adolescentes de internet es para comunicarse. El 90% chatea y visita redes sociales.
Actualmente la vida social de los jóvenes se divide en dos mundos: el virtual(redes sociales) y el real (cara a cara). Los adolescentes entran y salen de ambos mundos en forma permanente.
Las transformaciones tecnológicas afectan directamente la manera en que los adolescentes construyen su identidad. Es por eso que en cada texto, imagen o video que suben a la red social se preguntan quiénes son y ensayan perfiles distintos a los que asumen en la vida real.
Internet les permite negociar su identidad y crear un sentido de pertenencia. De noche es más fácil porque los adultos no censuran ni controlan, además de permitir una relación distinta con el otro, están más libres para hablar de diferentes temas que de otro modo no abordarían. Se comparten secretos que resultan más difíciles en el cara a cara. Les da mayor libertad. Es un modo diferente de relación que con los adultos.
Como son la primera generación que dispone de tanta variedad de instrumentos tecnológicos para comunicarse es muy difícil el rol del adulto, casi analfabeto tecnológico a entender sus beneficios y sus preocupaciones al respecto.
Es importante señalar que mediante las redes sociales se transita por la crisis de identidad tan importante de la adolescencia. Se preguntan: ¿quién soy? ¿cómo me veo a mí mismo? ¿cómo me ven los demás? Y lo hacen como un modo de fortalecerse frente a la propia sensación de debilidad, confusión y terremoto que es la adolescencia. Las redes sociales les ofrecen respuestas y notoriedad en sus propias crisis de identidad. La página web se transforma en una especie de diario íntimo compartido que incluye a los amigos y sus reacciones.
Quiero destacar la sorpresa de los adultos frente a sus hijos nativos digitales. Los pasan en conocimiento. Todo se da en un ritmo vertiginoso. No da tiempo al adulto a ubicarse y reflexionar respecto de todas estas cuestiones. Los padres no pueden limitar del mismo modo que frente a los niños el uso de la computadora. Tampoco pueden estar ajenos ni permisivos.
El papel de la familia implica favorecer la comunicación verbal, el diálogo, el cara a cara, estableciendo límites claros y ofreciendo coherencia. No invadir estos espacios que son propios de sus hijos pero estar atentos frente a cualquier desajuste que se observe: aislamiento, distancia comunicacional excesiva, maltrato hacia los adultos son ciertos signos de alarma que serán necesarios considerar al momento de pensar en hacer una consulta con un profesional.