Puro rock: lo que dejó la primera fecha de Lollapalooza
Si bien el cierre fue con el productor y DJ Calvin Harris, los recitales de Robert Plant y Jack White pusieron la nota más distintiva en el arranque del festival en pleno Hipódromo de San Isidro. Asistieron 75 mil personas.
Robert Plant y Jack White, unidos en el escenario, fue la imagen que ayer recorrió el mundo entero y se convirtió en un hito inesperado dentro de la primera jornada del festival Lollapalooza 2015 que, según los organizadores, convocó a 75 mil personas y que anoche desarrollaba su segunda (y última) fecha.
Y si bien resultó deslumbrante el cierre con el productor y DJ Calvin Harris, con todo tipo de fuegos de artificio (musicales y literales), en el balance ganó la vigencia del rock, a través de uno de sus viejos héroes y uno de sus grandes renovadores.
Tal como ocurrió el año pasado, según consignó Tiempo Argentino, con la primera edición local del Lollapalooza, este fin de semana quedó en claro que la escena local de los festivales de rock se revitalizó con el arribo del concepto creado por el rockero Perry Farrell hace ya más de dos décadas en Estados Unidos.
Una de las claves es netamente extramusical, pero fundamental para generar un clima más distendido y menos urbano: el predio. Tanto ahora como en 2014, se organizó en el amplio terreno del Hipódromo de San Isidro, un lugar diametralmente opuesto a la mayoría de los lugares elegidos por marcas como Quilmes Rock y Personal Fest, que en algunas ocasiones se llegaron a realizar incluso en incómodos escenarios ubicados en canchas auxiliares de clubes de fútbol como River y Ferro.
Gracias a una efectiva campaña de marketing, Lollapalooza consiguió atraer a un público menos rockero y más cercano a los primeros Creamfields (que casualmente se hicieron en el mismo hipódromo), generando una efecto aspiracional donde era el evento donde «había» que estar durante este fin de semana largo en Buenos Aires.
Párrafo aparte para la inevitable ausencia de transporte para el regreso después de medianoche, el inexplicable desabastecimiento de comida antes de la finalización y la insuficiente cantidad de baños químicos. Resulta difícil imaginar que Farrell, célebre por supervisar los detalles, haya pasado estas cosas por alto. Ojalá se esfuercen por mejorarlo en 2016.
En cuanto al clima y la propuesta musical (dos factores clave en todo festival) de la primera jornada, todo resultó inmejorable, con una baja de temperatura que hizo más llevadero el tramo diurno, aunque algunos desprevenidos sufrieron el frío de la noche. Al caer el sol, las bermudas estuvieron de más, las ojotas eran impensadas, y ganaron presencia los ponchos y camperas.
Desde el mediodía, mientras los primeros fans ya se acercaban para instalarse y deambular de un área a otra, sonaron algunos de los escasos artistas locales, como el tango de la Orquesta Fernández Fierro, el hip-hop de Miss Bolivia y el pop de Maxi Trusso.
En total, había cinco escenarios: dos principales, uno «alternativo», otro bautizado en honor a su creador («Perry’s Stage») y uno para chicos que funcionó de 12 a 18:30 («Kidpalooza»). En el medio, entre las carpas de gastronomía, «food-trucks» con propuestas más gourmet (aunque larguísimas colas) y espacios naturistas, había originales y cómodos fardos de heno para sentarse, además de un sector VIP, otro de prensa y stands de «activaciones» de sponsors varios. También «photo-booths» (la tilinguería de las palabras extranjeras fue abrumadora) para posar y guardarse un recuerdo o subirlo a Instagram… aunque la enorme cantidad de gente saturó las antenas de los celulares y no había buena señal para llamados o mensajes de texto, ni mucho menos 3G.
El cronograma se cumplió con bastante puntualidad, arrastrando una demora algo inferior a media hora, una cifra nada grave. Así, mientras caía el sol, The Kooks mostró su combinación de rock de guitarras con ritmos bailables, hechizando al público con la acústica «Seaside» y el hit «She Moves in Her Own Way». De inmediato, casi enganchado, Foster The People ratificó las virtudes de su pop con buenas melodías, arreglos vocales y estribillos, como en «Pseudología fantástica» y «Call It What You Want».
Una buena cantidad de fans ya clamaba por Plant, que se hizo rogar y empezó a las 20:45, pero de inmediato calló a todos: abrió con «Bebe I’m Gonna Leave You» (de Led Zeppelin I), el primero de cinco clásicos más, que incluyeron «Rock and Roll» y «Whole Lotta Love», con una banda de fascinantes y enérgicos sonidos multiétnicos.
Jack White, por su parte, presentó 20 temas de inolvidable fuerza, cerrando un recital antológico con «Seven Nation Army».
Encuentro histórico e impensado
Ya eran casi las 11 de la noche y faltaba poco para que culminara la primera jornada del Lollapalooza, cuando Jack White arrancó con una versión del legendario tema «The Lemon Song», del álbum Led Zeppelin II de 1969.
De pronto, para sorpresa de todos, apareció el mismísimo ex cantante de Led Zeppelin, que se sumó para alternar frases como las clásicas «Squeeze me baby, till the juice runs down my leg, the way you squeeze my lemon, I’m gonna fall right out of bed» («Exprimime, nena, hasta que el jugo baje por mi pierna. De la manera que exprimís mi limón, me voy a caer de la cama»).
Ayer, la noticia circuló por infinidad de portales y sitios web del mundo.
Hoy, dos shows gratis
Anoche, sobre el cierre de esta edición, se desarrollaba el tramo final del festival, donde los números principales (Pharrell Williams y Skrillex) eran muy esperados y hasta se había logrado una venta de entradas superior a la primera noche.
Los primeros recitales arrancaron al mediodía, con artistas locales e internacionales como Zero Kill (la banda del apenas veinteañero Benito Cerati), Quique Neira (ex cantante del grupo chileno Gondwana), Chancha Vía Circuito (el proyecto electrónico que logró sonar en Breaking bad), Dancing Mood, Poncho, Rudimental y Alt-J.
Hoy, a manera de «sideshows», habrá shows gratuitos de Fitz & The Tantrums y Kongos en el anfitreatro de Parque Centenario.