Los hermanos Milito, otro condimento para Racing-Estudiantes
Delantero y defensor. Racing e Independiente. Guardiola y Mourinho. Diestro y zurdo. Campeón celeste y blanco en 2001, campeón rojo en 2002. Triple corona con Inter en 2010, en respuesta a la triple corona del Barça en 2009. El fútbol ha puesto casi siempre a los hermanos Milito en veredas opuestas. Mañana, a las 21:30, en el Cilindro lo volverán a estar: Diego será el capitán de una Academia que busca meterse en la final de la Liguilla Pre Libertadores mientras que Gabriel será el técnico de Estudiantes, que buscará arruinar la fiesta en Avellaneda.
Será la primera vez que se midan desde que el menor de los Milito adoptó su nuevo rol de técnico. «Va a ser especial por lo que nos jugamos, no por estar enfrente de mi hermano o Racing. Es relativo conocerlo porque los mejores futbolistas suelen imponerse. No por ser mi hermano lo conozco más que otro, él tiene una gran carrera detrás y tiene un nivel superlativo. Intentaremos controlar su punto fuerte y que él no se imponga», analizó el técnico del Pincha
Como futbolistas se enfrentaron seis veces: cinco veces ganó el defensor y hubo un empate. No sólo hubo Racing-Independiente (dos victorias rojas y una igualdad): también dos éxitos del Barcelona ante Zaragoza y el recordado triunfo del Barça de Guardiola sobre el Inter de Mourinho que igual terminó en eliminación culé.
La más famosa es el clásico de principio de 2003 en Lanús. Terminó 1 a 1, pero había arrancado ganando la Academia con gol de Diego, a quien se lo recuerda más en ese partido por haber corrido hasta Horacio Elizondo para pedirle que expulsara a su hermano menor por una falta a Juan Manuel Torres.
-¿Qué sos vigilante, la concha de tu madre?- respondió Gabriel.
Elizondo, que había sido profesor de educación física de ambos en la escuela primaria, resolvió todo con una amarilla para el zaguero. La que más sufrió fue Mirta, que estaba en la platea con sus dos nueras: «Me quería morir. Me puse tan nerviosa que me levanté y me fui.»
Lo que los une, al cabo, más allá de las rodillas traicioneras y de haber jugado juntos dos años en Zaragoza y un puñado de partidos en la Selección, es la pasión por este deporte en que los dos a su modo hicieron una gran carrera. «A los que hay que hacerles un monumento es a los vecinos que nos bancaron: jugábamos todo el día a la pelota. La competencia estaba siempre estaba y era en el patio, en la vereda, donde sea», recordó alguna vez Diego. Mañana será en el Cilindro, que recibirá a los hermanos con un grito inexacto: «Milito hay uno solo.»