Devaluación, salarios y pobreza
La elevación abrupta del tipo de cambio tiene un impacto directo en el nivel de precios domésticos porque la canasta exportadora contiene bienes-salarios.
Que la devaluación en la Argentina provoca una aceleración del proceso inflacionario es una verdad histórica comprobada por vivencias personales y verificada por los datos empíricos. En igual situación de verificabilidad se encuentra la comprobación de que el alza de precios post devaluación resulta superior a los movimientos salariales. Las devaluaciones en la Argentina no sólo promueven más inflación sino que actúan como inductoras del ajuste en el salario real produciendo incrementos en los niveles de pobreza e indigencia. Este ajuste salarial es, ciertamente, el éxito de la política devaluatoria y depende de que el salario se mantenga en el nivel inferior provocado por la pérdida de valor de la moneda, condición que le otorga una mayor competitividad-precio a la economía argentina en el escenario mundial, publicó Tiempo Argentino.
Los ejemplos abundan en este sentido. Las devaluaciones implementadas por el gobierno de Arturo Frondizi, la del gobierno de facto de Onganía, la del Rodrigazo, la de las primeras políticas de la última dictadura militar y las sumamente traumáticas (por sus efectos regresivos) de fines de la década del ochenta y la que se implementó tras la implosión de la convertibilidad en 2002 provocaron una contracción sumamente significativa del poder adquisitivo de los salarios a tal punto que el nivel de pobreza alcanzó en los dos últimos ejemplos a la mitad de la población.
La explicación de por qué la devaluación tiene un impacto directo en el nivel de precios domésticos guarda relación con que en la Argentina la canasta exportadora tiende a coincidir con bienes que consumen y forman parte de su canasta de consumo (lo que se suele denominar «bienes-salario»). Por eso la transmisión del efecto-precio de una devaluación es, prácticamente, directa sobre estos bienes: el precio de estos productos en el mercado local está determinado por sus respectivos precios en el mercado mundial, el tipo de cambio y el nivel arancelario (o retenciones).
Si el precio de la tonelada de soja se encuentra hoy a 330 dólares, su precio en pesos es –a tipo de cambio oficial que es con el que se comercializa el producto (9,7)– 3200, menos las retenciones (35%) daría 2080 pesos. En un escenario hipotético de que el precio internacional y las retenciones permanecen constantes, si el tipo de cambio sube a 14 (un nivel no exagerado para las expectativas de Macri) el precio de la soja en pesos pasaría a 3003 pesos. Es decir, un aumento del 44,4% sin contar la reducción de las retenciones que también tiene en carpeta el equipo de la Alianza Cambiemos.
Retomando la reflexión de por qué la devaluación impacta en el nivel general de precios internos vale remarcar que como la canasta exportadora de Argentina tiene un alto componente de bienes que consumen los trabajadores, ello tiende a trasladarse posteriormente a las actividades mercado-internistas dado el aumento del costo de vida de los mismos, a lo que debe adicionarse el impacto directo en los precios del conjunto de estas y otras actividades por la vía del aumento de los precios en pesos de los insumos importados que se requieren para la producción. Por supuesto, no todas las actividades aumentan los precios con la misma velocidad y en la misma proporción, por lo que una devaluación no sólo produce la caída del salario real sino también intensos reacomodamientos en las fracciones del capital en base a la disputa por los precios relativos que acentúan los factores especulativos sobre los precios.
No está de más decir que este impacto recesivo (y regresivo) de la devaluación sobre los niveles del salario real y, por ende, de los niveles de pobreza e indigencia resultan aun más graves cuando se acompaña el proceso devaluatorio con el despliegue de medidas de corte contractivas como las que propone la Alianza Cambiemos (recorte de subsidios, alza en la tasa de interés, entre otras). Así, en lugar de erradicar la pobreza, como se comprometió demagógicamente en la campaña presidencial, las políticas económicas de Macri estarían indicando, como otrora se lo hizo con el «salariazo», un incremento de la misma.