«Sí, yo fui un cura pedófilo»

Esta es la confesión de un sacerdote que abusaba de menores en el Insituto Próvolo de Verona. Frente a un periodista contó las atrocidades cometidas contra niños sordos en Italia, historia que hoy se replica dramáticamente en la misma institución religiosa en Mendoza

«Sí, yo era un pedófilo», confesó el sacerdote frente al periodista de L’Espresso, el medio italiano que reveló en enero de 2009 los dramáticos testimonios de los chicos sordos abusados en el Instituto Antonio Próvolo de Verona.

La terrible «confesión» del religioso se publicó el 19 de mayo de 2009, cuatro meses después de que estallara el escándalo en Italia. Temeroso, pidió el anonimato, pero su nombre ya figuraba en las denuncias ante la Justicia: «Si se enteraran en el Próvolo que hablé, sería inmediatamente expulsado… y no sé dónde ir. Tengo pesadillas pensando que voy a quedarme sin casa», sorprendió el hombre que durante años sometió a la peor pesadilla a niños de entre 7 y 10 años.

 «Estoy avergonzado de los sacerdotes que niegan y hacen silencio. Hay mucha hipocresía y ‘omertá'», dijo el cura sin que le temblara la voz.

Durante la entrevista con Paolo Tessadri -el periodista que investigó los abusos en Verona-, el sacerdotes por momentos se mostró como un hombre frío y distante, y en otros se ahogó en llanto: «Sí, yo soy uno de los acusados ​​por las personas sordas que vivían en el Instituto Próvolo de Verona. De las cosas que he hecho no hay nada que ocultar, yo al menos tengo el valor de decir la verdad mientras otros guardan silencio«.

Como si relatara la historia de otra persona, algo lejano y ajeno, describió cómo comenzó a abusar de los chicos sordos a inicio de los 60: «El primero tenía 7 u 8 años, no recuerdo exactamente. Estuve con quince pequeños sordos, pero con cinco o seis de ellos tenía contactos más frecuentes… Bueno, creo que estuve con trece… o tal vez un par más».

El testimonio revela el horror que vivieron los niños sodomizados en Italia durante casi 30 años. Pesadilla que hoy se repite en 60 alumnos e internados del Instituto Próvolo en Luján de Cuyo, Mendoza, porque allí recaló el cura Nicola Corradi (82) a pesar de las graves denuncias por pedofilia que pesaban en su contra en Verona.

El cura pedófilo del Próvolo se sentó frente al periodista de L’Espresso y contó en detalle qué ocurría detrás de las paredes de la institución religiosa.

-¿Cuántas veces ha abusado?
-Una o dos veces al mes, a veces pasaba más tiempo.

-¿Cuánto tiempo ejerció esa violencia contra los niños?
-Muchos, muchos años. Yo no recuerdo exactamente, pero muchos, muchos años. Empecé siendo un hombre joven y en ese entonces no me di cuenta… era un simple asistente. Lo hacían casi todos en otras instituciones. Era normal. Ese fue el mal hábito.

-¿Vio a otros abusar de los niños en el Próvolo?
-Sí, vi abusar (da el nombre de tres religiosos). Se podían ver las actitudes… De nuestro grupo, solo muy pocos se han salvado de la pedofilia.

-¿Alguna vez alguien fue expulsado del Instituto por pedófilo?
-Sí, hermano… (se refiere al cura Danilo Corradi, superior del Próvolo, que recibió una admonición canónica porque «las acusaciones no pudieron ser probadas, pero ante la duda se dispuso la estricta vigilancia de los responsables de su comportamiento»).

-¿Por qué él sí y otros no?
-Fue un violento, el más malo, dañó a los niños y fue enviado lejos.

-¿Continuó la violencia sexual después de aquel episodio?
-Sí.

-¿Los superiores del Instituto sabían lo que allí ocurría?
-Por supuesto que conocían lo que pasaba.

-¿Les confesó a otros sacerdotes que usted era un pedófilo?
-No, me puse de rodillas y me confesé ante Dios y oré. Le he pedido perdón al Señor. La pedofilia ha hecho tambalear mi vida… Pero encontré en los niños una cierta belleza, una cierta atracción.

-¿Hablaron entre ustedes, en la intimidad del Próvolo, de la acusación de pedofilia después de que se conociera la investigación de L’Espresso?
-Sí, la reacción fue fea, chocante, pero la mayoría permaneció en silencio, porque sabía lo que allí ocurría. Salió a la luz una cadena de odio entre los sacerdotes… Es difícil compartir la mancha de la pedofilia y todo el mundo guardó para sí sus pensamientos. Además, el abogado nos dijo que no habláramos con nadie. Pero alguien habló y le fue bien… Yo también quise hablar y ahora me siento aliviado. Lo digo así, de un modo simple: me equivoqué, estoy mal, pido perdón.