A los 71 años murió el director de cine Eliseo Subiela
El director de cine falleció este domingo a los 71 años. Dos de sus películas más destacadas fueron «Hombre mirando al sudeste» y «El lado oscuro del corazón».
En la madrugada de este domingo falleció en San Isidro el director de cine Eliseo Subiela, a los 71 años. La información fue confirmada por la web «La cosa cine».
A los 71 y en vísperas de su cumpleaños -el 27- murió el director cinematográfico Eliseo Subiela, autor de obras emblemáticas como «Hombre mirando al sudeste», «El lado oscuro del corazón» y «No te mueras sin decirme adónde vas», entre muchas otras que supieron tener el aplauso tanto de la crítica como del público, incluso un par de plagios de la industria de Hollywood.
Entrenado en el mundo del cine publicitario de la década del 60, ese mismo de donde surgió, por ejemplo, Fernando Ezequiel Solanas, supo aportar al cine algunos títulos que sorprendieron por su audacia y su forma de abrevar en la observación del amor y la pasión, y también de la vida, que en las últimas tres décadas, lo expuso al final, que finalmente sobrevino en la madrugada de hoy.
En 1963, Subiela dirigió su primer cortometraje, «Un largo silencio», un documental acerca del Hospital Neuropsiquiátrico Borda, con las voces de María Vaner y Lautaro, y dos años después «Sobre todas estas estrellas», protagonizado por la entonces juvenil Nené Morales, no obstante habría de pasar mucho tiempo para llegar a su primer largometraje.
Precisamente a finales de la década del 60, y ya avanzada la Revolución Argentina, tal como se llamó al quiebre institucional encabezado por Juan Carlos Onganía, Subiela fue parte del grupo de diez cineastas que dirigieron «Argentina Mayo de 1969: Los caminos de la liberación», entre ellos Solanas, Nemesio Juárez y los desparecidos Enrique Juárez y Jorge Cedrón.
En ese trabajo, mezcla de imágenes de conflictos sociales y testimonios, se recortó el episodio que imaginó y concretó Subiela, «Didáctico sobre las armas del pueblo», se inicia con imágenes de miseria, con el tema «Gracias a Dios», por Palito Ortega, para luego convertirse en un instructivo, con bastante humor, acerca de como se hace una bomba incendiaria molotov.
Tras el cortometraje que solía proyectarse por separado antes de las funciones -clandestinas- de «La hora de los hornos», de Solanas y Octavio Getino, habría de pasar una década para su debut en el largometraje, que fue con la discreta, pero muy prolija, «La conquista del Paraiso», rodada en Misiones en la frontera con Brasil, con Arturo Puis y Kátia D’Angelo.
Tras ese propuesta que cosechó algunos elogios pero poco público, Subiela se dedicó a preparar su su segunda, y esta vez si, gran apuesta fuera de los cánones habituales de producción, que resultó «Hombre mirando al Sudeste», en 1986, la historia de un misterioso interno que un día aparece en el Hospital Borda y asegura ser un extraterrestre con curiosos poderes.
El relato, que tuvo como figuras centrales al también artista plástico Hugo Soto y a Lorenzo Quinteros, como el psiquiatra al que le toca este paciente y termina revolucionado por él, sorprendió a todos por igual y dio a Subiela la categoría de gran descubrimiento, autor de una ficción fantástica que no solo mereció el premio mayor en La Habana, sino la envidia de Hollywood.
A tal punto fue la atracción de esta historia que mucho asociaron a la de un ex combatiente de la guerra por Malvinas, que Hollywood tentó a Subiela a irse allí a seguir su carrera, propuesta que el director rechazó con una memorable carta-solicitada en la que no compartía la idea de renunciar a su identidad y a un futuro con su familia en la costa californiana.
Subiela no aceptó dirigir allí una nueva versión de «Hombre…» y en Hollywood, expeditivos, se la plagiaron no una sino dos veces: la primera fue «Mr. Jones», de 1993 y con Richard Gere, donde el guión de Eli Roth olió, y mucho, a primer plagio, con sexo del psiquiatra cambiado por el de una mujer, obvio para un inevitable romance, interpretada por Lena Olin.
El segundo fue «K-Pax», en 2001, de Iain Softley, con Kevin Spacey y Jeff Bridges, en los papeles de Soto y Quinteros, que fue por más y terminó siendo de hecho una copia al carbón y esto llevó a Subiela a enjuiciar a la producción del filme a la distancia que, finalmente, habría llegado a un arreglo con el Argentino y resarcirlo, al menos económicamente.
Tras «Hombre..» Subiela abordó «Ultimas imágenes del naufragio» (1989), «El lado oscuro del corazón» (1992), «No te mueras sin decirme adónde vas» (1995), cuando ya enfrentó sus primeros síntomas de una afección cardíaca, que en varias ocasiones lo pusieron entre la espada y la pared, «Despabílate amor» (1996), que rozó lo retro y «Pequeños milagros» (1997).
La experimentación volvió con «Las aventuras de dios» (2000), y con un hombre y una mujer atrapados en un viejo hotel de la década del 30, y en plena crisis de 2001, que lo azotó personalmente con el «corralito», salió nuevamente a la carga con una fallida segunda entrega de «El lado oscuro del corazón», con casting argentino-español.
Su paso por la televisión incluyó la serie «Historias de no creer», cuatro episodios titulados «Angel», «Relaciones carnales», «El destino de Angélica» y «Qué risa la muerte», para volver al cine con «Lifting del corazón» (2005), y las muy valiosas «El resultado del amor», con Sofía Gala y Guillermo Pfening y «No mires para abajo», con Antonella Costa.
En 2009, y con la obsesión puesta en lo efímero de la vida y en la búsqueda de una segunda oportunidad, presentó «Rehén de ilusiones» y tres años más tarde su última obra, «Paisajes devorados», un falso documental sobre tres noveles directores que quieren retratar a un cineasta interno del Borda, interpretado por el verdadero Fernando Birri.
Al promediar la década del 90, el cineasta abrió un centro de enseñanza, la Escuela Profesional de Cine de Eliseo Subiela, en el barrio de Belgrano, con docentes como Miguel Angel Rocca, Dieguillo Fernández, Rodolfo Denevi, Daniel Pensa y Daniel Pires Mateus, entre muchos otros, y una productora de sus filmes y de otros colegas.
El ganador del Cóndor de Plata a mejor director en tres oportunidades, estaba preparando un nuevo largometraje, «Corte final», con Miguel Angel Solá y Selva Alemán, según había anticipado un homenaje al cine al que él mismo amó con pasión toda su vida.
Amores imposibles, utopías, riesgo estético, audacia para encarar temas muy vinculados con la vida y la muerte, poesía, a veces propia, otras tomadas de Oliverio Girondo, como «Espantapájaros» o «Interlunios»; de Mario Benedetti, como «Rostro de vos» y «Corazón coraza», y de Juan Gelman, como «Poco se sabe» y «Sefiní», en «El lado oscuro del corazón», que lo marcaron a fuego.
Con la partida de Subiela queda el recuerdo de una obra importante para el momento en el que le tocó surgir, primero con absoluta rebeldía, pero en especial la madurez que permitió descubrir era posible romper esquemas y lo hizo en la vuelta a la democracia todavía fresca, con rigor, con su gran metáfora acerca de la locura y, como si fueses poco, con la poesía del alma.