Alto nivel de plomo en sangre
Los menores y los adultos mayores son, en general, los más indefensos ante los embates de enfermedades y epidemias. Pues lo son, además, ante los daños medioambientales.
Y según alertó la Defensoría del Pueblo en un reciente informe, se detectaron resultados de plombemias (valores de plomo en sangre por encima del mínimo tolerable) en la población de la Cuenca Matanza Riachuelo (CMR). El dato de que un 25% de los niños mostraban valores de plomo en sangre mayores de 5 μg/dl (microgramos por decilitro de sangre) y como consecuencia un 21% de ellos padecían un «probable retraso en su desarrollo», alarmó a las autoridades del organismo, quienes informaron, además, que presentaron anemia un 32,1% de los niños y un 21,8% de las embarazadas.
El plomo es un metal pesado utilizado en la industria para la fabricación de innumerables productos. Y paradójicamente, pese a que la exposición humana a este producto es considerada «un riesgo ambiental», para el Ministerio de Salud de la Nación la intoxicación con plomo es considerada «la principal enfermedad ambiental previsible de la niñez».
Este metal ingresa en el cuerpo humano por vía inhalatoria, digestiva y transplacentaria, y se deposita en los huesos por sus propiedades similares a las del calcio, siendo liberado a la sangre en situaciones de mayor recambio, como en el embarazo. El plomo no cumple ningún rol fisiológico o biológico en el organismo, por lo que su concentración plasmática debería ser inexistente. También se encuentra en otros fluidos biológicos como: leche materna, sudor, lágrimas, fluido seminal, pelos y uñas.
«Los niños son especialmente vulnerables al plomo, por eso conforman el principal grupo de riesgo. Desde etapas muy tempranas de su desarrollo pueden estar expuestos a través del pasaje transplacentario en el útero materno y en la primera infancia por sus características fisiológicas y conductuales –resume el informe–. La capacidad de absorción gastrointestinal es cinco (5) veces mayor que en el adulto, la eliminación es menor y la deficiencia de hierro y calcio en la dieta aumenta la absorción de plomo. Cuando los niños inician la deambulación independiente y el juego constante en el suelo, comienza el contacto con las fuentes de exposición ambientales y al mismo tiempo el hábito de pica (ingerir sustancias no alimenticias, como tierra, lana, pintura) favorece su ingesta, por ello son el grupo etario más afectado».
Tras alertar de que «el desarrollo cerebral incompleto y la mayor permeabilidad de la barrera hematoencefálica en fetos y niños pequeños (hasta los 36 meses), sumado a un mayor flujo sanguíneo cerebral, facilitan el pasaje, distribución y depósito de sustancias neurotóxicas en el sistema nervioso en desarrollo», el documento asegura que «el resultado son alteraciones neuroconductuales permanentes» y que «las secuelas de daño cerebral causado por la exposición crónica a bajos niveles de plomo son irreversibles e intratables».
Así es que el Ministerio de Salud de la Nación, a través de la «Guía de Prevención, Diagnóstico, Tratamiento y Vigilancia Epidemiológica de las Intoxicaciones Ambientales Infantiles con Plomo», elaborada por el Programa Nacional de Prevención y Control de las Intoxicaciones en octubre 2013, expresó que «en nuestro país, las fuentes más importantes de exposición al metal derivan de la contaminación de suelo, aire, agua o alimentos con desechos industriales o por la actividad minera y presencia de fundiciones».
Especialistas advirtieron que el plomo, una vez que ingresa al organismo, puede provocar, según las concentraciones en sangre y tiempo de exposición, intoxicación aguda o crónica. La intoxicación aguda se manifiesta con síntomas gastrointestinales tales como lesiones erosivas de la mucosa, anorexia, cólicos abdominales, constipación, trastornos respiratorios, y neurológicos como letargo, irritabilidad, ataxia, convulsiones y coma. La intoxicación crónica se presenta con neuropatía periférica, cólico saturnino, anemia, nefropatía intersticial crónica, gota saturnina, depósito de plomo en hueso e inmunosupresión.
Pero las principales manifestaciones son a nivel neurológico e incluyen retardo mental, trastornos del aprendizaje, alteraciones de conducta, deterioro del coeficiente intelectual, pérdida de memoria y ansiedad.
«Se acepta que el cociente intelectual de estos pacientes disminuye 0,25 a 0,50 puntos por cada microgramo de plomo que aumente su plombemia», avisó el informe, que señala que «no existe un umbral de neurotoxicidad, por lo que no se puede establecer un límite de seguridad en la exposición al plomo, y por lo tanto no hay un valor de plombemia sin efecto, habiendo registros de correlación negativa entre índices de rendimiento académico y plombemias aun por debajo de 5 μg/dl».
Esto quiere decir que las consecuencias de estas alteraciones tempranas del desarrollo pueden ser graves, irreversibles y de por vida.
La importancia de prevenir
Dado que los efectos en el desarrollo cognitivo producidos por la exposición al plomo son irreversibles, la prevención es esencial:
1) La prevención primaria está dirigida a eliminar las fuentes de plomo del ambiente cercano al niño y promover hábitos de vida saludable.
2) La prevención secundaria busca detectar a los niños con niveles de exposición inadecuada al metal para su atención integral y oportuna.
«Se deberá garantizar una correcta evaluación ambiental y la eliminación y/o control de la/s fuente/s de exposición, caso contrario se deberá retirar al niño del ambiente contaminado», advierte el documento, que insta, además, a la autoridad ambiental local competente a «instrumentar las medidas que correspondan para la remediación del sitio contaminado».
En la actualidad, el nivel tolerable de plomo en sangre, acorde al Center for Disease Control and Prevention (CDC), es de 5 μg/dl. Sin embargo, el tratamiento médico farmacológico para intoxicación con plomo se implementa a partir de plombemias mayores de 45 μg/dl. De esta forma, cuando se detecta a un niño con valores de plomo en sangre entre 5 y 45 microgramos por decilitro, el tratamiento consta principalmente de medidas de prevención de riesgos ambientales y control/eliminación de la fuente de exposición, es decir, el cese de la exposición ambiental, para mantener asintomático al niño y prevenir el contacto de población susceptible con la fuente de plomo.
Por dichas razones –continúa el documento– «se torna necesario identificar en cada control y consulta pediátrica la posible exposición del niño a fuentes de contaminación con plomo y en caso de que ésta se encuentre presente, resultará fundamental la realización de una determinación de plomo en sangre para establecer la posible contaminación». Para ello, el Departamento de Salud Ambiental dependiente del Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad desarrolló la Hoja Pediátrica de Pesquisa del Riesgo Ambiental (HOPED), herramienta creada para la valoración de la exposición a diversas fuentes contaminantes en el ámbito intra/extra-domiciliario del niño y detectar así a la población vulnerable a fuentes de exposición de contaminantes ambientales.
Una vez detectado el riesgo de exposición, se debe confirmar el diagnóstico a través de los métodos de dosificación en sangre. Primeramente en sangre capilar (extracción de una gota de sangre de un dedo, por ejemplo) y, si los valores obtenidos superan los aceptados internacionalmente, se procede a la extracción de sangre venosa para una nueva determinación.
En este sentido, desde la Defensoría del Pueblo se le requirió a la Dirección General de Redes y Programas de Salud el listado de establecimientos efectores de salud pública dependientes del Gobierno de la Ciudad donde se implementa efectivamente la Historia Clínica Pediátrica de Pesquisa del Riesgo Ambiental (HCPPRA), especificando además si ésta se utiliza de forma rutinaria/sistemática o sólo en casos particulares a partir de la sospecha de riesgo ambiental. Para sorpresa, de la información remitida se desprendió que «no se cuenta con equipos que permitan realizar las determinaciones de plomo en sangre y que, en el caso en que se solicite, la muestra se deriva al Laboratorio de Toxicología del Hospital Garrahan».