Chile supera a la Argentina
La actualización del Índice de Desarrollo Humano que elabora Naciones Unidas muestra una profundización del rezago relativo de la Argentina. Aunque parcial e imperfecto, este tipo de indicador ayuda a dar objetividad a los diagnósticos y extraer lecciones. La comparación con los avances sociales de Chile muestra que la Argentina sigue derrochando la gran potencialidad que le brinda la abundancia de recursos naturales como consecuencia de la pobre calidad de sus instituciones.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó en Tokio la actualización, para el año 2014, del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Se trata de un indicador reconocido por su capacidad para medir comparativamente la calidad de vida de diferentes países. Su principal ventaja es que no se limita a cuantificar diferencias en los niveles de crecimiento económico sino que incorpora otros indicadores sociales. El IDH combina el ingreso per cápita con variables que miden la longevidad, la vida saludable y la educación de la población. La otra fortaleza del IDH es su amplia cobertura ya que involucra en la medición a 187 países.
Entre los países del Cono Sur, la primera ubicación en el ranking es para Chile (41°), luego Argentina (49°), Uruguay (50°) y Brasil (79°). Pero además de la posición relativa en una fecha determinada, el IDH permite evaluar los cambios a lo largo del tiempo. En esta perspectiva, resulta pertinente la comparación con Chile, un país que viene aplicando desde hace varias décadas estrategias de políticas publicas muy diferentes a las de Argentina.
En este sentido, según el Reporte del Desarrollo Humano 2014 del PNUD se observa que:
El IDH para Argentina en el año 1980 era de 0,665 y en el año 2013 de 0,808.
El IDH para Chile en el año 1980 era de 0,640 y pasó en el 2013 a 0,822.
Es decir que, en términos de IDH, mientras que la Argentina progresó entre los años 1980 y 2013 en un 22%, Chile lo hizo en un 28%.
El IDH no deja de ser una mirada parcial y aproximada sobre algunas de las tantas y complejas dimensiones que definen el desarrollo humano. Sin perjuicio de ello, es muy sugerente que la Argentina de una posición de vanguardia en la región –sustentada en la vastedad de sus riquezas naturales y los avances sociales– en la actualidad sea superada por Chile, un país pequeño con geografías escarpadas y desérticas, y riesgos naturales.
El atraso relativo de la Argentina se explica, por un lado, por el mayor dinamismo de la economía chilena. En la actualidad, el producto bruto nacional per cápita de Chile es de 21 mil dólares a precios de paridad de poder de compra, mientras que el de Argentina es de 17 mil dólares per cápita. Pero también hay diferencias en las dimensiones humanas. La degradación del sistema educativo argentino llevó a que en la actualidad el promedio de años en la escuela sea para ambos países de 10 años y se redujeran las diferencias en la esperanza de escolaridad a la edad de comenzar la escuela (16 años en Argentina y 15 años en Chile). En materia de longevidad y vida saludable, Chile toma ventaja con una esperanza de vida al nacer de 80 años, 4 años más que en la Argentina.
En comportamientos tan disímiles subyacen diferencias en las dinámicas políticas. Desde la salida de la dictadura, el sistema político chileno fue capaz de asumir la transición y consolidar sus instituciones democráticas y económicas. Su rasgo distintivo fue la racionalidad y la innovación. Prueba de ello es que, independientemente de la orientación ideológica de cada gobierno, ninguno –como sí ocurrió en la Argentina– destruyó la estabilidad de su moneda, los contratos de largo plazo de sus operadores de infraestructura, el sistema previsional, la propiedad de las empresas, la seguridad jurídica. Aun en las áreas más cuestionadas, como salud y educación, con muchas imperfecciones han logrado avances gracias a un mayor profesionalismo y a priorizar la cantidad y calidad de los servicios para los ciudadanos en lugar de congraciarse con los intereses corporativos.
Es evidente que la Argentina cuenta con potencialidad para recuperar el liderazgo regional en materia social. Pero para ello es fundamental, siguiendo el ejemplo de los países vecinos, mejorar el funcionamiento de su sistema político. Con más pluralismo, racionalidad, profesionalismo y autocrítica es factible construir instituciones que promuevan el desarrollo humano. Por el contrario, si se sigue bajo la mediocridad de atribuir las causas de los fracasos a confabulaciones internacionales o asumiendo a Vaca Muerta como nueva tabla de salvación, la persistencia de la decadencia está garantizada.