Gaza espera una reconstrucción que nunca empieza
Pese a la evidente urgencia, seis meses después de que la comunidad internacional se comprometiera a reparar los daños, la reconstrucción de Gaza ni siquiera ha comenzado, jaqueada por intereses políticos y trabas burocráticas que están caldeando los ánimos y arrastrando a la región al borde de un nuevo estallido.
«Todavía estamos en crisis. Y las cosas podrían empeorar de un momento a otro; uno no puede controlar a las masas, y 100.000 personas pueden arrastrar a otras 100.000», advirtió el jefe para Gaza del organismo de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), Majed el Bayed, al recibir a Télam en su oficina.
Con apenas 385 kilómetros cuadrados, Gaza es una región con la que se han ensañado la violencia y la pobreza.
Gobernada por el movimiento islamista Hamas, estuvo bajo ocupación militar y colonización israelí durante 38 años, de 1967 a 2005, y sufrió tres ofensivas del Ejército de Israel, uno de los más poderosos del mundo, en los últimos seis años.
Tiene 1,8 millones de habitantes, y el 80% de las familias vive bajo el umbral la pobreza, según estadísticas oficiales palestinas que datan de 2008. En 2010, la ONU estimó el desempleo en 40%.
Está bajo bloqueo terrestre y naval de Israel y terrestre de Egipto desde que Hamas tomó el poder, en 2007. Literalmente, nadie entra ni nadie sale; nadie puede escapar.
Su único aeropuerto fue destruido en 2001 en un ataque de Israel, que hoy controla además el espacio aéreo gazatí.
Muchos productos básicos escasean, y el bloqueo restringió sobre todo el ingreso de materiales para la construcción, que según Israel pueden ser utilizados por Hamas para fines militares.
No hay luz durante 18 horas del día, salvo en hoteles, edificios públicos, algunos comercios y las casas de las familias más acomodadas, que cuentan con generadores. El agua corriente es salada y sólo el 5% del agua es apta para el consumo humano.
Sin semáforos en las calles, el tráfico en Ciudad de Gaza, la más grande de la franja, es intensísimo y caótico, y los conductores avanzan alertándose permanentemente unos a otros a los bocinazos, sin reaccionar en lo más mínimo.
Mezclándose con camionetas 4X4, abundan pequeños sulkies rudimentarios, apenas una tabla sin laterales a la que se une un burro, manejados raudamente por hombres de todas las edades.
Luego del fin de la ofensiva israelí de julio-agosto pasados, el Ministerio de Obras Públicas de Gaza, controlado por Hamas, en coordinación con UNRWA y el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), calculó que más de 155.000 casas se vieron dañadas, en distinto grado, por los bombardeos.
De estas, 12.500 fueron totalmente destruidas, 12.100 sufrieron daños severos y están inhabitables, y 131.014 fueron ligeramente destruidas o sufrieron daños menores, según datos de este mes del Ministerio de Obras Públicas, que está a cargo de la evaluación de daños y el diseño de los planes de reconstrucción.
En base a un plan preliminar del Ministerio, decenas de países, reunidos en una conferencia en El Cairo en octubre pasado, prometieron 5.400 millones de dólares para reconstruir a Gaza siguiendo un complejo mecanismo para permitir el ingreso de materiales de construcción, en coordinación con Israel.
Hasta ahora, sin embargo, lo único que se ha recibido es «algo de dinero» para pagar alquileres de personas que perdieron su casa y materiales para la construcción para reparar daños menores, explicó a Télam el funcionario Jawad S. Alagha, en una entrevista en el Ministerio de Obras Públicas y Vivienda de Gaza.
Sin embargo, en términos de reconstrucción propiamente dicha, de las 24.000 familias cuyas casas resultaron totalmente destruidas o severamente dañadas, «hasta ahora ni siquiera hemos abierto el expediente» de sus necesidades de cemento y otros materiales, agregó Alagha, para ejemplificar la lentitud del mecanismo.
«Los materiales para la construcción son el punto más importante, el factor crucial. Estimamos que, por ejemplo, para el caso del cemento, que es el más necesario, el requerimiento total para la reconstrucción es de 1,5 millones de toneladas. Hasta ahora, hemos recibido sólo 62.000 toneladas, alrededor de un 4%», dijo Alagha.
Parte de las dilaciones obedecen al complicado Mecanismo de Reconstrucción de Gaza (MRG) acordado entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) -que gobierna en Cisjordania, no en Gaza-, con la mediación de la ONU, en septiembre pasado.
Según el MRG, el Ministerio de Obras Públicas de Gaza, UNRWA y el PNUD elaboran una lista de cada beneficiario -en la que dice, por ejemplo, tal persona necesita 1 tonelada de cemento, tal otra 2 toneladas, y así- y la envían al Ministerio de Asuntos Civiles de la ANP, en Ramallah, y éste después la envía a Israel.
Israel debe responder en dos o tres días, pero le toma mucho más tiempo chequear los nombres -que deben acompañarse de documentos de identidad, planos de la casa, mapas, coordenadas de GPS-, tanto que de 100.000 nombres enviados hasta ahora, todos de dueños de casas con daños menores, sólo aprobó 71.000, explicó Alagha.
«Con este mecanismo, la reconstrucción tardará entre 10 y 20 años», agregó.
Para complicar más las cosas, el dinero que desde hace cuatro o cinco meses se destina a subvencionar alquileres para quienes perdieron su casa se está acabando. Hasta ahora, UNRWA sólo recibió 175 millones de dólares de un total de 720 millones en los que estimó las necesidades postconflicto, dijo el señor el Bayed.
Durante el pico de la guerra, UNRWA llegó a operar 29 refugios donde albergó a entre 77.000 y 79.000 desplazados. Gracias al dinero para alquileres, el número de refugios se redujo a siete, donde aún hay unas 8.000 personas.
«Necesitamos, urgentemente, 100 millones de dólares, ya. Y si esta gente no tiene una subvención para alquilar, hay una gran probabilidad de que vuelvan a nuestros refugios o que hagan otra cosa que no me quiero imaginar…», agregó el Bayed.
La frustración se palpa especialmente en Shujaiya, un barrio del este de Ciudad de Gaza que el 20 de julio fue escenario del ataque más devastador contra una zona puntual de toda la ofensiva israelí: 7.000 bombas en unas 12 horas, que dejaron entre 65 y 120 muertos, según distintas fuentes, y miles de casas dañadas.
«Hasta que no lo vea no lo creo. Cuando traigan las máquinas para remover los escombros y los materiales para construir entonces ahí voy a creer», dijo el Ejla, de 65 años, mientras ofrecía un café árabe a Télam en la choza que levantó donde estaba su casa, que tardó 15 años en construir y fue destruida aquel 20 de julio.
A varias cuadres del lugar, dentro de una carpa donada por Omán, Jihad Harara, también de 65 años, pasa el día a la espera de que lleguen los prometidos materiales, angustiado por el hecho de que el dinero para pagar los alquileres de él y su familia se le terminará en cuatro meses.
«Tenía una casa de cuatro pisos, y todos mis hermanos y primos tenían casas similares en esta zona», dijo Harara, señalando un amplio descampado arenoso de unas tres cuadras de frente por tres de fondo, uno de los pocos lugares del que ya se removieron los escombros.
«Llegamos a evacuar a tiempo, el 19 de julio, pero cuando volvimos, el 15 de agosto, durante un alto el fuego, ya no quedaba nada, ni las casas ni todo lo que estaba adentro», prosiguió.
Harara contó que ahora está alquilando ocho departamentos, para él y sus siete hijos y que ya pagó alquileres por 1.500 dólares que recibieron del Ministerio y UNRWA, pero que el dinero que les queda se les terminará en cuatros meses.
«No sabemos qué vamos a hacer. No tenemos plata par nuestro futuro, y pedimos al mundo empezar de una vez con la reconstrucción y devolvernos nuestras casas, para poder volver a vivir aquí en ellas y no tener que pagar alquileres», imploró.
«Muchas gracias por llevar este mensaje al mundo. Esta es una gran ayuda para nosotros», agregó Harara, sonriendo en todo momento y demostrando una increíble capacidad para sobreponerse a la más terrible adversidad.