Kerry izó la bandera de EEUU en la embajada en La Habana tras 54 años
El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, dejó hoy formalmente reabierta la embajada de los Estados Unidos en Cuba, luego de más de 54 años, con un discurso en el que llamó a restablecer los lazos entre «vecinos» y «mostrarle al mundo que nos deseamos lo mejor» mutuamente, instó a La Habana a que «cumpla sus obligaciones» por los derechos humanos ante las Naciones Unidas, y expresó su «deseo» de que en la isla haya una mayor «democracia» aunque admitió que «el futuro de Cuba será moldeado por los cubanos».
Kerry pronunció un discurso de 17 minutos ante una multitud convocada dentro y fuera del perímetro de la embajada, todos bajo el inclemente sol que caía sobre el malecón habanero, con algunos tramos en un esforzado castellano, como cuando dijo que «Estados Unidos acoge con beneplácito este nuevo comienzo con el pueblo y el gobierno cubanos».
El funcionario estadounidense llegó a la embajada directamente desde el aeropuerto José Martí y agradeció en sus primeras palabras que hayan dejado estacionar su auto cerca de la reja del edificio, ya que se desplaza ayudado por un bastón.
También destacó la labor de los negociadores de ambos países, entre quienes destacó a la directora para Asuntos Estadounidenses de Cuba, Josefina Vidal, presente en el lugar, y a su contraparte Roberta Jacobson. Además, sobre el final de su alocución elogió a los presidentes Raúl Castro y Barack Obama por «este gran paso que han dado» y dedicó un párrafo especial al papa Francisco, por su respaldo a este acercamiento «histórico». «Creo que no es accidental que el papa Francisco esté próximo a visitar este país y luego vaya a Washington», señaló.
«Los presidentes Obama y Castro tomaron una valiente decisión», dijo Kerry, quien evocó los hechos que marcaron la siempre tensa relación entre ambas naciones, como la «tragedia» de la invasión frustrada a Bahía de los Cochinos», en 1962, y la crisis de los misiles, en octubre de ese mismo año.
El secretario de Estado destacó que desde entonces «el mundo ha cambiado». Citó la caída del Muro de Berlín y señaló en un mensaje dirigido a los que estaban del otro lado de las rejas que la semana pasada estuvo en Hanoi. «Vietnam es hoy un país dinámico, con una economía creciente», señaló.
«Mientras tanto, la relación entre Estados Unidos y Cuba permaneció encerrada en el tiempo», destacó. Agregó que «el aislamiento mutuo no era el camino correcto», pero no obstante aseguró que la política de Estados Unidos no será injerencista porque será el pueblo cubano «el que modele el futuro de Cuba».
«Los líderes del pueblo cubano saben que Estados Unidos siempre será un adalid de la democracia», sentó posición, para luego reclamar «una democracia genuina» para Cuba, donde pueda ser escuchada «la sociedad civil independiente».
Respecto del bloqueo comercial, cuyo final es el reclamo más fuerte de Cuba, dijo que esa sanción «permanece y sólo puede ser retirada por el Congreso» de su país, algo que desde la administración Obama «estamos alentando fuertemente».
Destacó que «por ahora» se ha avanzado en el levantamiento de restricciones que dependen sólo de la Casa Blanca, como las referidas a viajes y a ciertos rubros comerciales, así como funcionarios estadounidenses están trabajando en planes comerciales «con emprendedores cubanos».
«Hemos emprendido un camino sin la ilusión de que vaya a ser fácil», señaló, para cerrar luego en un dificultoso español sobre la trascendencia de este momento «para todos nosotros y sobre todos para los que están allí, fuera de las rejas».
Kerry dejó el cierre simbólico del acto en manos de los ex marines que en 1961 pasaron entre una multitud hostil y arriaron la bandera, Larry Morris, Mike East y Jim Tracy. Esos hombres «cumplieron su misión e hicieron en ese momento la firma promesa de volver a izarla; nadie esperaba que se tardara tanto», dijo.
Acto seguido, los tres marines, de traje azul y con gorras sobre sus cabezas canosas se levantaron de sus sillas y en formación militar entregaron la bandera que tenían plegada en sus manos a otros tres marines actuales, uniformados, que procedieron al amarrarla e izarla, mientras una banda militar ejecutaba el himno de los Estados Unidos.