Los piojos aumentaron su resistencia
Con marzo ya en marcha y el ciclo lectivo iniciado, no habrán sido pocos los niños que regresaron a casa del colegio rascándose la cabeza. Y sí. Junto con el comienzo de las clases vuelve la tan odiada pediculosis y la casi obligada revisión diaria de cabeza con el peine fino.
De ahí que no haya mejor momento para conocer más acerca del insecto cuyo tamaño es similar al de la cabeza de un fósforo (entre 2-5 mm), no puede volar ni saltar, se alimenta de sangre, y los treinta días que dura su vida los pasa sobre la cabeza de niños y grandes.
Pese a ser tan chiquitos, los «piojos de cabeza», cuyo nombre científico es Pediculus humanus capitis quitan el sueño a más de un padre durante la época de clases.
«Estos pequeños insectos se alimentan de la sangre de la gente desde tiempos prehistóricos. Se encontraron piojos y liendres en momias provenientes de sitios arqueológicos de Perú, Brasil, Chile, Israel y Egipto. El piojo más antiguo fue encontrado en el pelo de una momia de Brasil de 10 mil años de antigüedad», sintetizó el investigador adjunto del CONICET y doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Ariel C. Toloza.
Y contra todo lo que se cree, los piojos no se fijan dónde naciste, cuál es tu posición económica ni tu religión. «Se documentó su presencia en el pelo de personas de clase noble enterradas en Egipto hace 3 mil años, en indígenas nómades de los Estados Unidos y en granjeros de Groenlandia», aseguró Toloza.
El especialista remarcó que «la importancia de esta plaga en la Argentina es muy relevante si consideramos que uno de cada cuatro chicos tiene o tuvo piojos en su cabeza».