Moyano prepara otro paro
Todavía en la cuenta regresiva de la cuarta huelga nacional contra el gobierno de Cristina Kirchner, en la CGT de Hugo Moyano ya están pensando en un nuevo paro general de actividades. Modalidad y fecha de esa próxima medida será justamente el punto central que va a debatir el Comité Central Confederal convocado por el dirigente camionero para el miércoles 15 del mes que viene.
Hay ánimo entre las organizaciones de la central opositora para que esa posible medida de fuerza se extienda por 36 horas con el plus, además, de una movilización a Plaza de Mayo.
La decisión de llamar a un Confederal («el parlamento de los trabajadores», así le dicen) responde al clima de fuerte hostilidad que hay con la administración K entre las organizaciones de la calle Azopardo. La reunión del miércoles, en la que se aprobó sumarse al paro dispuesto por los gremios del transporte, fue escenario de los comentarios más corrosivos en mucho tiempo.
«Estamos para dar pelea, porque este Gobierno no cambia más», dio el parte a Infobae una de las voces más influyentes en las cercanías de Moyano. La misma fuente quiso dejar bien en claro que esa central no representará el martes que viene el papel de furgón de cola de las organizaciones transportistas, sino que por el contrario serían éstas las que deban subordinarse a Moyano y compañía.
De allí tanto empeño en remarcar que los gremios del transporte llamaron a un paro sectorial, mientras que la CGT del camionero dispuso una huelga a nivel nacional en defensa de todos los trabajadores, cualquiera sea su actividad o nivel salarial. «No vamos a defender solamente a los que más ganan», dicen los de Moyano.
Hay un dato que es indiscutible: resulta incomparable la situación de los asalariados del sector transporte con los de la media de la clase trabajadora argentina. Hasta el propio Indec, de reconocida pericia para dibujar números, salió a reconocer que la mitad de los ocupados gana hoy menos de 5.500 pesos mensuales.
En una situación más aliviada, los transportistas reclaman ante todo la eliminación del impuesto a las ganancias que tributan los trabajadores de la llamada cuarta categoría, que son aquellos que ganaban por encima de 15 mil pesos en 2013. Se entiende por qué aquellos que en esa posición son reacios a hacer horas extras o a trabajar en los feriados.
Algo parecido ocurre con los bancarios, que resolvieron sumarse al paro. El secretario general del gremio, el radical Sergio Palazzo, afirmó esta semana que el Gobierno es tendencioso al suponer que porque afecta a una minoría de la población trabajadora, quienes reclaman «somos poco menos que la burguesía salarial». Se apoyó en un ejemplo: los sueldos de 20 mil pesos tributan «hasta $3.000 en Ganancias».
El que dio el batacazo fue el jefe de la seccional porteña del gremio de la Alimentación, Rodolfo Daer, que integra todavía la CGT oficialista de Antonio Caló. Daer, ex jefe de la CGT durante el menemismo, que está jugado con la candidatura de Sergio Massa, resolvió saltar al vacío al anunciar que se plegará al paro general del martes porque «el Gobierno no da respuestas».
Otra organización que parece dispuesta a levantar campamento del mundo K es la poderosa Luz y Fuerza. No se sumará al paro general el gremio de Guillermo Moser, pero va por sus propias medidas de fuerza. La primera de una serie que promete se hará el 8 de abril. También será en repudio al impuesto a las Ganancias, contra la tercerización en el sector y fundamentalmente porque en esa entidad conviven actualmente 70 escalas salariales distintas en todo el país.
Pese a lo poco que falta para el martes de brazos caídos, todavía generan desconfianza entre sus pares los movimientos del colectivero Roberto Fernández, a quien le endilgan una inclinación innata para bajarse de los conflictos a último momento, si eso termina favoreciendo los intereses de la UTA.
El recelo de Barrionuevo ante la debilidad del colectivero por la música de las flautas hipnóticas del Gobierno lo ha llevado a demorar su adhesión a la medida de fuerza. Sin embargo su participación estaría asegurada. Lo habría convencido de tirarse a la pileta el panadero Abel Frutos, uno de los operadores que tiene Moyano para misiones delicadas.
Pablo Micheli, jefe de la CTA combativa, también mostró cavilaciones, pero al final también será de la partida. Así, los piquetes en puntos de acceso estratégicos estarán garantizados.
Más de uno acrecentó sus sospechas después de escucharlo hablar ayer a Aníbal Fernández, inusualmente comprensivo frente a los reclamos de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT).
«No podría decir que es un paro político, lamentablemente no soy mago para resolverles su reclamo», dijo ante la prensa el jefe de Gabinete; sin puntualizar obviamente que la intransigencia de la doctora Kirchner y la de Axel Kicillof a conceder nada, es una traba insalvable.
Al revés de la Presidenta y su ministro de Economía, casi todos los hombres con responsabilidades en el gobierno kirchnerista, aunque no lo reconozcan públicamente, creen que lo que se perdería con la eliminación del «impuesto al trabajo» se podría ganar en tranquilidad y en sacar las paritarias por un tubo. Pero ninguno se animó a plantarse con firmeza ante Cristina.
Fuera del tono dulzón de Aníbal, hubo además otros movimientos sugestivos para alimentar aprensiones. Sin ir más lejos, ayer mismo, Mariano Recalde, titular de Aerolíneas Argentinas, concurrió a exponer su plan de acción ante la comisión bicameral de Reforma del Estado, acompañado, entre otros, por dirigentes de los gremios aeronáuticos que van al paro. ¿Acaso no hablaron del martes que viene?