Nuevo bastón presidencial
El orfebre Juan Carlos Pallarols comenzó a trabajar en el bastón presidencial para el mandato próximo y al igual que lo viene haciendo desde 1983 convoca para su creación a ciudadanos de todo el territorio, porque como él mismo define «se lo damos al presidente como un regalo para toda la vida, pero también como un símbolo de poder que le hemos entregado para que guíe los destinos del país».
Dueño de una mano artesana que lo convirtió en todo un emblema de la orfebrería, Pallarols es un hombre de metales preciosos; su trabajo en platería, a la que combina con madera y otros materiales, hizo que su nombre rebotara por el mundo, tanto que sus obras se albergan en latitudes de todo el hemisferio y entre sus poseedores figuran el Papa Francisco, Máxima Zorrieguieta o los reyes de España.
No duda que es un trabajador que «pone el alma» en lo que hace pero no le gusta encasillarse como artista: «sé qué es el arte pero no sé qué es un artista», dice Pallarols en entrevista con Télam sentado en el escritorio de su museo taller de la calle Defensa, en pleno barrio porteño de San Telmo, escoltado de objetos, adornos, obras de arte y retratos pictóricos de su padre y de su abuelo.
Fueron ellos los que le enseñaron el oficio sumándolo así a una tradición que se extendió por varias generaciones. Lo aprendió sin saberlo, «yo era chiquito, jugaba y sin darme cuenta me estaban enseñando orfebrería, a hacer un autito, a cocer, a tejer, a remachar, a tornear, a atar, a esmaltar», comenta sobre su trabajo, al que describe como una «artesanía».
Y como todo arte también es una forma de expresión «yo me comunico haciendo un mate, una bombilla, un cuchillo», aclara este orfebre argentino, reconocido a nivel internacional y uno de los pocos de su talla en todo el mundo. «Yo hago obras para alguien, no para dejarlas en un cajón», comenta sobre su trabajo que van desde un cáliz, rosas hasta platos y recipientes.
De esas obras que Pallarols produce para que circulen, sean participativas e incluso creadas colectivamente, el bastón presidencial que se entrega a cada jefe de Estado de la democracia es ya una insignia de ese marca.
Y ejemplo de ello es el último bastón que terminó en manos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y contó con el cincelado de más de dos millones de personas.
«Desde la democracia de 1983, todos los bastones que usaron los presidentes tienen el golpecito del punzón de los argentinos que participan de la actividad que les propongo», dice el orfebre sobre esa obra que será entregada al próximo jefe de Estado (2015-2019) como un regalo de los argentinos, el que además va acompañado por un cuaderno con las firmas de todos aquellos que cincelaron.
Bien claro lo define el propio Pallarols, el bastón no está destinado a una persona en particular, sino al rango de la máxima autoridad de un gobierno democrático y en este sentido, explica: «nosotros se lo damos al presidente como regalo para toda la vida, pero también como un símbolo de poder que le hemos entregado para que guíe los destinos del país».
De ahí que el orfebre convoque a ciudadanos de todo el país para dejar su huella, próximamente viajará a la Costa Atlántica y luego seguirá por otros puntos del país: «Siempre trato de que participen todos porque la fuerza del palo los va a educar, sobre todo si alguien se porta mal y la gente rebota. Seguramente, si es inteligente dirá `vale la pena portarse bien`. Eso es lo que busco con este bastón y con la participación de la gente».
Él es el responsable de los bastones de todos los presidentes desde 1983, «hice una promesa de que cada uno, aunque sea por una hora, tenga su bastón, siempre y cuando no sea por un golpe de Estado -explica-. El bastón es un regalo personal, cada cual hace lo que quiere con él. Así es la tradición».
«Debo reconocer que si bien todos los presidentes lo usaron y lo recibieron, el que le dio el rango de emblema nacional fue Néstor Kirchner; el bastón siempre se entregó en el salón blanco de la Casa Rosada, que es un espacio limitado, pero con Kirchner se hizo en el Congreso», señala Pallarols sobre el lugar en el que se posicionó el objeto, sin olvidar el famoso revoleo juguetón del ex presidente.
Pese a ser un emblema, el bastón lejos está de ser un elemento legislado, más bien es pura tradición, porque tal como explica «no hay una ley que considere cómo debe ser, cuál es la forma o cuál es el uso. Solamente hay una ley de que el Presidente debe llevar una banda de diez centímetros de seda, de tal color, etcétera, sin embargo del bastón no hay nada, pero estaría bueno».
Proponiéndoselo, Pallarols revolucionó el estilo de los bastones, ya que «los anteriores eran bonitos pero no tienen nada que ver con nuestra cultura, son de de órdenes militares, eclesiásticas, academias europeas, hechos de oro», explica el orfebre, quien reemplazó esos materiales por otros locales como la plata por «ser el material más representativo» y la madera de urunday por «tener todas las virtudes».
«La plata y la madera de urunday pueden servir de inspiración y de ejemplo a los presidentes por ser tan nobles y tan argentinas», destaca Pallarols sobre los elementos que constituyen el bastón, cuyo diseño no cambió mucho desde su origen en 1983, aunque con los años «lo fui aligerando de línea y de longitud», comenta.
Camino a la Costa Atlántica para que los ciudadanos del país sumen su impronta en el bastón de mando presidencial -aún no están confirmados los espacios pero asegura que será en lugares públicos-, Pallarols insiste: «El bastón es de todos, no solo del Presidente. Es un regalo para acompañarlo en su tarea y para recordarle que no se olvide de proteger los destinos del país», resume.