Se apagó la voz de Virginia Luque
Desde la producción del programa radial «La noche con amigos», que Lionel Godoy, esposo de Luque, conduce a través de La 2×4 confirmaron a Télam el deceso de la artista.
Virginia estuvo internada hasta hace 10 días y si bien volvió a su casa, le habían armado una sala con oxígeno y enfermeras debido a lo delicado de su cuadro, comentaron los compañeros de Godoy.
Nacida como Violeta Mabel Domínguez el 4 de octubre de 1927 en Buenos Aires, tuvo una precoz relación con la escena y de niña actuó en teatro tras una iniciativa de uno de los dueños de la sastrería Casa Muñoz, donde trabajaba su padre, que le comentó la necesidad de una nena para una pieza teatral a presentarse en el teatro Liceo.
Luego, a los 15 años hizo teatro con la Compañía Española de Comedia de Josefina Díaz y Manuel Collado y apenas un año después llegó al cine bajo las órdenes de Francisco Mugica en «La guerra la gano yo», donde actuaba Pepe Arias.
Formada como cantante por Julián Viñas, ostentó una voz pequeña pero bien timbrada y un ángel que la catapultó como la «Estrella de Buenos Aires», tal como se lo conoció en sus épocas de apogeo.
Con esas dotes vocales, inicialmente cantaba piezas de diversos géneros: tango, bolero, español e incluso protagonizó la película «Del cuplé al tango» en la que asumió obras de esos dos géneros.
Pero además de su prolífica labor cinematográfica y teatral, Luque fue actriz de radioteatros («Narcisa Garay, mujer para llorar», de Juan Carlos Ghiano) y de televisión («Las veinticuatro horas» y «Hombres en mi vida»).
Los ojos de Virginia Luque están unidos a los mejores momentos de la televisión argentina, en ciclos como «El show de Antonio Prieto», «Tropicana Club» y «La familia Gesa» y «La familia Gesa se divierte».
Su filmografía incluye unas 30 películas, muchas de ellas en el exterior, tal el caso de la exitosa «La balandra Isabel llegó esta tarde», en pareja con el mexicano Arturo de Córdova, película de Carlos Hugo Christensen que se filmó en Venezuela y participó en el Festival de Cannes de 1951.
También protagonizó «El hombre del sábado» (1947), de Leopoldo Torres Ríos; «Un tropezón cualquiera da en la vida» (1949), de Manuel Romero; «Don Juan Tenorio» (1949), de Luis César Amadori; «La historia del tango» (1949), de Manuel Romero; «La vida color de rosa» (1951), de León Klimovsky; «Arriba el telón» (1951), de Manuel Romero, y «Sangre y acero» (1956), de Lucas Demare.
También son de ese grupo «Del cuplé al tango» (1959), de Julio Saraceni; «Buenas noches, Buenos Aires» (1964), de Hugo del Carril; «Vivir es formidable» (1966), de Leo Fleider y «Los chicos crecen» (1976), de Enrique Carreras.
En 1995 ganó el premio Cóndor de Plata a su trayectoria, otorgado por la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina, y también el premio Konex, como cantante femenina de tango.
En octubre de 2011 actuó en el Teatro Enrique Carreras, de Mar del Plata, en el marco del ciclo «Milongueando en el 40» y fue la única estrella femenina durante la presentación de «Café de los maestros» en el Teatro Colón y participó en el filme del mismo nombre de 2008, al igual que aquellas presentaciones, respaldado por Gustavo Santaolalla.
En el 2012 sufrió una caída accidental que le provocó una infección en la piel llamada Erisipela, enfermedad que costó tratar debido a su alergia a la penicilina.
El año pasado, a modo de recorrida por su vida y balance de la larga y laureada trayectoria en escenarios y sets, el actor, autor y crítico Mario Gallina publicó el libro «Virginia Luque. La estrella de Buenos Aires».
«Me gusta definirme como una actriz que canta. Nunca he dejado de lado a la actriz que fui en un comienzo, por eso para mí los personajes de las canciones son siempre diferentes. Cada obra necesita ser estudiada, investigada, ensayada. Cada canción³n es un personaje, o si se quiere un monólogo, y los he encarado a partir de que se trata, sin duda, de un texto teatral y de la actriz que soy», se definió Virginia en un pasaje del texto.
Acerca de su ligazón con el tango, que recién se plasmó acabadamente en los 70, reveló que fue Azucena Maizani, una de las pioneras del tango, quien le dijo «vos sos tango».
Y para Luque, según explicó, «ser tango implicó sentir lo propio, lo que es nuestro. Sentir como siento yo, una tremenda emoción cuando interpreto nuestra música, aquí y afuera. Y concluir en la certeza de que soy -no sé si cabe- más porteña y más argentina».
A lo largo del libro, la artista consignó que «hice todo, cine, radio, televisión -que me gusta mucho-. Pero no creo que haya nada como el teatro. También tengo predilección por el café-concert, se logran muy lindos climas en ese hábitat».
Para la presentación del volumen, en abril de 2013 en el teatro Empire, a la que Luque asistió, se proyectó el cortometraje «Virginia Luque. La luz de una estrella», de Diego Fernán