En julio de 2015, el papa Francisco se mostró en uno de los balcones con vistas a la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, durante el tradicional rezo del mediodía. Consigo llevaba un Ipad que utilizó para inscribirse en un evento del Día Mundial de la Juventud a desarrollarse en Polonia.
En ese entonces, a ninguno de los asistentes le llamó la atención. Año y medio después, Collin Anderson, investigador focalizado en hacking, obtuvo una imagen desde el lado de adentro y la filtró a través de su cuenta en Twitter. El dispositivo que el Sumo Pontífice carga tiene un sticker pegado que bloquea la cámara.
A pesar de la poca sofisticación de la medida adoptada, otras personalidades influyentes de la escena mundial habían reconocido incurrir en maniobras de ese tipo para salvaguardar su privacidad. El propio Mark Zuckerberg, fundador del gigante Facebook, había revelado que utilizaba, además de una cinta adhesiva para tapar la webcam, un bloqueador que impedía el paso del sonido a través de los micrófonos de sus dispositivos.
El propósito es obvio: imposibilitar la intromisión de un hacker en asuntos de alta confidencialidad, como los que se pueden discutir en los salones del Vaticano. Aunque a simple vista una medida tan precaria, adosar un sticker sobre una cámara, no resulta convincente. Entonces, ¿puede ser realmente efectivo?
Matías Katz, fundador y CEO de Mkit Argentina, compañía especializada en seguridad informática, explicó a Infobae: «La protección por medios físicos se utiliza siempre como medida absoluta, ya que al confiar netamente en la solución por software se deja abierta la posibilidad de que alguien logre vulnerar el software en cuestión -el sistema operativo de la computadora/celu/tablet- y se pueda acceder al contenido».
El usuario tiende a creer que la luz de la webcam marca si está encendida o apagada. «Generalmente no saben que hay 2 formas de bypassear dicha protección -señaló Katz- Mediante una vulnerabilidad en el motor de la webcam que permite decirle que no la encienda. O con un software simple que hace prender y apagar la luz cientos de miles de veces en pocos segundos, y de esa forma la quema».
El dueño del dispositivo, entonces, deja de tener noción si la cámara web de su computadora, celular o tablet está encendida e «inspeccionando» la actividad que acontece a su alcance. Allí, una maniobra tan simple como pegar una cinta adhesiva es efectiva. «Las limitaciones por software pueden ser circunvaladas, pero las limitaciones físicas no. Es por eso que la tapita de la cámara es una excelente medida ‘a prueba de todo'», resaltó el especialista.
El micrófono, por su lado, también puede ser bloqueado. «Su equivalente es buscar unos auriculares viejos, cortarles la punta (el conector de audio de 3.5mm) y dejarlo conectado por siempre en el dispositivo. Al conectar el auricular, la placa de sonido, cierra un circuito físico que hace que la toma de audio la haga únicamente a través del puerto externo. Y como el capuchón está cortado, no tiene forma de recibir información», puntualizó.
«Si de casualidad alguien logró infectar un dispositivo y prender remotamente la cámara, la tapita no va a permitir que puedan capturar imágenes». Bajo esa premisa, se explica esa sencilla medida de seguridad que adoptó el Papa Francisco. Desde su proclamación, marcó un cambio de rumbo. Su intención de acercarse a los jóvenes se materializó a través de las redes sociales. La interacción con sus 10 millones de seguidores así lo sostienen. Su seguridad informática, por ende, se ubica en primer plano.