En Brasil detienen a los barras

Cuando la Argentina y Brasil avanzaron en la letra fina del acuerdo de cooperación para la seguridad del Mundial, surgió una decisión firme por parte del anfitrión: sacar del juego a los barrabravas.

Ahora, ¿cómo lograrlo? Brasil recibió de manos del ministerio de Seguridad argentino un listado con 2100 nombres de hinchas con «algún tipo de antecedente delictivo». A partir de ahí, se bajó una orden a la policía local y a Interpol: expulsar a cualquiera de las personas que figuran en el listado que estén o que intenten ingresar al país. Fue lo que sucedió anteayer con Pablo «Bebote» Álvarez, jefe de la hinchada de Independiente. La prohibición rige sólo por un mes: desde el 12 junio, cuando comenzó la Copa, hasta el 13 del actual, cuando termina.

Brasil logró neutralizar así a las barras, con una decisión de mano dura como lo es prohibir el ingreso de manera discrecional y a veces sin argumento alguno. Un grupo de barras evalúa dar una batalla legal, pero contra su país: consideran que con la cesión de sus datos personales se violó un derecho.

Pero más allá de la política migratoria brasileña, surge inevitable una pregunta: ¿por qué acá se logra anular a las barras bravas y en la Argentina, no? Las respuestas pueden ser variadas, desde la rigurosidad de los controles hasta un seguimiento con mayor atención y casi detectivesco sobre la red de complicidades que sostienen a los barras. La connivencia se divide en tres ejes: los lazos con la dirigencia deportiva, con las fuerzas de seguridad y con la política.

Los dirigentes de los clubes les proveen a los barras de entradas y de zonas para explotar impunemente y de manera ilegal sus negocios, como pueden ser la tribuna y los alrededores de los estadios. Sucede en todos los clubes, casi sin excepciones. Pero aquí, durante la aventura mundialista, nadie escenificó mejor ese pacto que Karma, el jefe de la barra de Tristán Suárez y un hombre con algo de poder en el municipio de Ezeiza.

«El club nos dio las entradas para venir al Mundial por portarnos bien y no hacer ningún quilombo durante todo el año. A esto lo arreglamos con el pibe [por Gastón Granados, el presidente del club], Alejandro no tiene nada que ver», contó Karma a La Nacion, intentando despegar al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires y ex presidente del club. En este mensaje se entrecruza el nervio de la cuestión: dirigentes, barras, políticos y policías.

La agrupación Hinchadas Unidas Argentinas (HUA) denunció antes del Mundial que la AFA había favorecido a otras barras con la cesión de entradas y que por esa razón no iban a viajar. «En la Copa América la AFA nos dio entradas de favor. No voy a ser hipócrita. Pero ahora quizá las entradas fueron destinadas a las barras de los equipos grandes», insinuó Cristian Camillieri, jefe de la barra de Gimnasia de La Plata.

Algunos miembros de HUA pasaron fugazmente por Brasil. Deambularon por los hoteles donde se hospedaron los dirigentes y por el predio Cidade de Galo. Buscaban con insistencia a Juan Carlos Crespi. Y cuando tuvieron la oportunidad, increparon en el Maracaná a los presidentes de Boca y River, Daniel Angelici y Rodolfo D´Onofrio, con un grito desafiante: «¿Para qué nos trajeron si no nos van a dejar pasar?».

Pero nunca los nexos se exhibieron tan desvergonzadamente como en Sudáfrica 2010. Por entonces, los barras reconocían que habían viajado financiados por la política y se mostraban con políticos y con banderas proselitistas. Uno de los miembros del equipo de la Policía Federal Argentina que había viajado para controlarlos, terminó en un brete judicial junto con ellos, como juez y parte. Y los barras hasta se dieron el lujo de ver los partidos desde un palco, con vino y champagne, en un sector exclusivo para los sponsors, familiares de los jugadores y dirigentes. Tal como lo hizo anteayer Bebote Álvarez, que cuando fue aprehendido por la policía se devoró literalmente la entrada para eliminar cualquier evidencia sobre quiénes lo siguen amparando.

«La solución inicial es sacarlos de su lugar simbólico: la tribuna. Con los barras fuera de la cancha, el margen se achica», argumentó Darío Ruiz, subsecretario de Seguridad de la Nación. Ruiz fue el que selló con un apretón de manos el acuerdo bilateral con Andrei Passos Rodrigues, el comisario que está a cargo de la seguridad en el Mundial y de la secretaría de Grandes Eventos. Ambos se cruzaron nuevamente en Brasilia, donde jugó anteayer el seleccionado argentino.

Número a destacar: 36 barrabravas fueron deportados por Brasil desde que comenzó el Mundial. Todos ellos figuran en el listado de 2100 personas con antecedentes que entregó la Argentina a la policía brasileña. Además, unos 30 hinchas argentinos que no están en la nómina, participaron de algún incidente en el que debió intervenir la fuerza de seguridad.