Las pruebas del vínculo de Fernando Niembro con la ex SIDE menemista

En medio del escándalo político por las irregularidades en las 192 contrataciones del candidato macrista, Tiempo Argentino reveló en exclusiva la ficha de ingreso de Atilio Alberto Meza a la Secretaría de Inteligencia en 1994, pocas semanas después del atentado contra la sede de la AMIA. El ex socio del periodista deportivo revistó en el organismo hasta el primero de abril de 2000. Las pruebas.

Atilio Alberto Meza conoce a Fernando Niembro desde hace más de 25 años. Por entonces florecían los años ’90. Dos décadas más tarde compartían la empresa La Usina Producciones por la que facturaron más de 20 millones de pesos al gobierno macrista y al Banco Ciudad, únicos clientes de una firma que no contaba con empleados.

En los últimos días, a partir de una investigación de Tiempo Argentino, salieron a la luz sus profusos negocios. Incluso trascendió la estreches de la relación entre ambos: cuando el periodista deportivo ocupó la Secretaría de Comunicación y la vocería de Carlos Menem y su ex socio se desempeñó como coordinador general de la Secretaría de difusión. Y algo más: las versiones indicaban que por recomendación de Niembro, luego de su paso por ATC-Canal 7, Meza se incorporaba al no auditable universo de los espías, la Secretaria de Inteligencia del Estado.

El legislador porteño del Frente Para la Victoria, el sabbatellista José Campagnoli -por citar un ejemplo- afirmó en la Agencia Paco Urondo que «según fuentes judiciales que estamos investigando hay relaciones de Meza con la ex SIDE. Las conexiones de Niembro no se agotan en Macri, llegan hasta Menem y la SIDE. Estamos tamos trabajando en eso. Hay mucha información en este caso que todavía no se conoce.»

Tiempo Argentino lo confirmó
Pocas semanas después del 18 de julio de 1994 en el que un atentado terrorista cegó la vida de 85 personas y redujo a la AMIA, Meza completaba de puño y letra la ficha personal de ingreso a la Secretaría de Inteligencia. Fue en agosto de ese año.

En el ángulo superior del documento se aprecia la foto de un joven Meza, que a sus 40 años lucía barba con incipientes canas -que dos décadas más tarde cubrirían su cabeza-. La imagen se recorta sobre un fondo celeste. Saco oscuro. Camisa a rayas. Corbata estampada -de moda en el fulgor de aquellos años-. Rostro adusto.

Con tinta azul, lo primero que se lee en el formulario es «Dr. Hugo Anzorreguy», titular de la central de inteligencia desde el 1 de febrero de 1990. El mismo que hoy está sentado en el banquillo de los acusados en el juicio AMIA II, por presunto encubrimiento al atentado a la mutual judía de Buenos Aires. En estos días, ante el Tribunal Oral Federal 2 se desnuda la pornográfica relación de los espías menemistas con la Justicia Federal y las fuerzas de seguridad. Anzorreguy comparte la acusación con Carlos Menem, el ex juez Juan José Galeano y el ex comisario de la Policía Federal Jorge «Fino» Palacios, entre otros.

Al ex presidente se lo acusa de encubrimiento, falsedad ideológica, y abuso de autoridad. A Palacios, por partícipe necesario de encubrimiento, abuso de la autoridad y violación de medidas de prueba. Palacios, que fue jefe de la Unidad Antiterrorista, y al que luego Mauricio Macri lo designó mentor y primer jefe de Policía Metropolitana, el ex comisario llegó preso a este juicio oral: está detenido por la causa de espionaje ilegal, en la que también fue procesado Macri. Sobre el ex jefe de la SIDE noventista pesan las sospechas de peculado, encubrimiento, abuso de la autoridad y falsedad ideológica.

Por esas circularidades de la historia y el poder, en estos días Jorge Anzorreguy, hermano de Hugo, es el abogado de Niembro. El estudio Anzorreguy es uno de los buffette más influyentes del país desde hace un par de décadas largas. A Jorge se lo ha señalado como uno de los principales operadores judiciales durante los ’90. Hoy, además, es el defensor de Hugo Jinkis en Argentina del FifaGate. También patrocinó a Ernestina Herrera de Noble en la causa que investigó la presunta apropiación ilegal durante la dictadura cívico-militar de los hijos de la titular del Grupo Clarín. Y fue asesor del Banco Ciudad en 2010.

Cuando Atilio Albero Meza completaba la ficha de ingreso a la Secretaría de Inteligencia del Estado, Hugo Anzorreguy no imaginaba, siquiera, que algún día sería acusado por encubrimiento. Durante los años ’90, la aceitada maquinaria en el inframundo de la impunidad funcionaba a la perfección. A ella se sumaba Meza.

En el formulario, el amigo y socio de Niembro, detalló datos personales: fecha de nacimiento, número de cédula de identidad, de DNI, sus estudios cursados. Primaria completa. Perito mercantil. Estudios universitarios. Su oficio: publicidad y periodismo. Que sabe «dactilografía», escribió. Y destacó conocimientos en inglés y en francés. Y aclara que fue exceptuado del servicio militar obligatorio por ser sostén de madre viuda.

Meza cumplió los servicios del espía en pleno menemismo. Aquellos años en los que en las redacciones se instaló «la cadena de la felicidad», un eufemismo con el que se apuntaba, se describía, el modus operandi de periodistas escribas (algunos notorios) que engordaban sus ingresos con sobres rellenos de billetes que tenían remitente oculto en 25 de mayo 11. Meza no dudaba cada vez que debía poner en su declaración jurada sobre cargos ocupados, escribía «SIDE» como lo indicaba el artículo 9 de la Resolución 189/90 de ese organismo.

El 10 de diciembre de 1999 las espadas menemistas se replegaron. Asumía la presidencia el efímero Fernando de la Rúa. Hubo cambios y reacomodamientos en las áreas más sensible del Estado. Niembro estaba cubierto: seguía en radio y tevé con su profesión de comentarista deportivo, pero su hombre de confianza en la ex SIDE asumía que los días dorados en la Secretaría de Inteligencia quedaban atrás.

El 28 de Febrero de 2000, Atilio Alberto Meza redactó su alejamiento. Se lo envió a Fernando de Santibañez, flamante titular de la SIDE aliancista. La carta decía:

«Me dirijo a Ud. A fin de comunicarle por medio del presente que a partir del día 1 de abril de 2000 renuncio a mí empleo por motivos personales en la Secretaría de Inteligencia. Asimismo, acreditó la inexistencia de sumarios o situaciones pendientes que pudieran motivar la aplicación de sanciones disciplinarias.

«Es menester en este momento expresarle a Ud. Y a las personas que conforman este organismo, del cual formo parte desde agosto de 1994, todo mi agradecimiento por el respaldo que me han brindado, la opacidad otorgada y las gratificaciones personales que pude obtener como consecuencias de mi pertenencia al organismo.». Meza concluye con un atento saludo y «quedando a vuestras órdenes». Formalidades.

Sobre las «las gratificaciones personales» deberá escudriñar la justicia. Seguramente incluyen la próspera amistad con Niembro y las puertas que la fuerza del mutuo afecto les abrió, incluidas, las de los despachos del gobierno de la Ciudad en los años macrista con La Usina Producciones. Una empresa que según denunció el fiscal Carlos Gonella, titular de la Procuración de Criminalidad Económica y Lavado de Activos, se «habría creado para hacer negocios con el gobierno porteño».

Ahora la Procelac investiga a la administración PRO, a Niembro y a su amigo, el ex espía menemista Meza, por supuestas (millonarias) contrataciones irregulares, que incluirían «incumplimiento de los deberes de funcionario público» y «lavado de activos provenientes de actividades delictivas». Un rosario de delitos que se desprendería del centenar y medio de contratos» entre tándem Niembro-Meza y el macrismo. La versión PRO de la «cadena de la felicidad».