Sueña con el campeonato

Tenía 12 años y estaba en Villa Constitución, su pueblo. Tenía puesta la camiseta con rayas rojas y blancas verticales del Club Riberas del Paraná, de donde salió. Estaban su familia, la misma que el domingo a la mañana va a aterrizar en Buenos Aires para verlo jugar y, para cuando termine el partido, llevárselo de nuevo para Rosario, donde vivió cuando fue creciendo y cuando el tiempo lo hizo pasar por Newell’s. Pero ni en su contacto con La Lepra, por la que guarda una enorme cantidad de afectos, perdió el amor por su primer club, del cual es hincha. Con esos colores, ahí, a los 12 años, dio su primera vuelta olímpica. “Son esas cosas que uno nunca se olvida”, cuenta, ahora, mientras desde un costado lo mira Carlos Carbonero, que vaya uno a saber en qué potrero de Bogotá andaría pateando en el momento en que Leonel Vangioni levantó los brazos para gritar campeón por primera vez. Y tanto lo emociona que, aunque tenga que llevar a su hijo nacido hace pocos meses al médico, se detiene un rato a contarlo.
–¿Todavía te acordás de eso?
–Es que fue una alegría increíble. Yo recién arrancaba. Esa felicidad de salir campeón fue única, no se compara con nada, más si te pasa como me pasó a mí, de chico, y con el club del que sos hincha.
–¿Cuánto cambian los nervios entre ser campeón de chico y ser campeón de grande?
–Lo que pasa es que de grande yo todavía no salí campeón. Nunca me pasó eso en Primera. Estamos muy cerca, estamos a un partido y ya llegando a esta instancia te admito que los nervios juegan, pero son lógicos porque estamos ahí de lograr algo muy lindo.
–Cuando vos te fuiste de Newell’s a River, tus ex compañeros, con el Tata Martino, salieron campeones, ¿esto es como una revancha?
–No sé si llamarlo una revancha porque me hubiera gustado mucho salir campeón con Newell’s y hoy me muero por salir campeón con River. No sé si llamarlo revancha porque el fútbol tiene estas cosas y hay que acostumbrarse a que un día le toca a uno y otro día a otro. Hoy estoy en un momento muy feliz de mi vida. Si se nos da, la verdad sería el cierre de un semestre impresionante. Hace poco llegó mi hijo que es todo para mí y, bueno, sería muy lindo poder coronar esta primera parte del año con en este campeonato.
–Ya pasaron dos semanas del penal que le atajó Chichizola a Saja, vos fuiste el primero que saltó a abrazarlo, ¿cómo se ve eso ahora?
–Fue un momento de mucha alegría porque si empatábamos ese partido se derrumbaba todo lo que veníamos haciendo. Mientras estaba el penal, yo sentía eso. No ganar ahí iba a ser un golpe duro del que no nos íbamos a poder recuperar. Así que, cuando lo atajó, me le subí encima y descargué mucha tensión ahí.
–Muchas veces dijiste que el Lobo Ledesma es el líder de este grupo, ¿por qué es así?
–El Lobo es un tipo que sabe lo que es ganar cosas. Conoce el club a fondo. Es muy buena persona. En las malas siempre tiró para adelante y en las buenas sigue siendo la misma persona que fue siempre y entonces esas cosas se valoran mucho y creo que por eso para mí y para el plantel es un gran líder.
–Hablás de las malas, ¿en River se sienten más las muy malas o las muy buenas?
–Lo que pasa es que este es un club que tiene mucha repercusión. Acá si te va bien hay mucha repercusión, pero si te va mal mucha más. Este club genera eso. Lamentablemente, las malas duran mucho más que las buenas entonces este momento hay que aprovecharlo mucho y disfrutarlo y dar el máximo para lograr lo más lindo que te puede pasar en el fútbol.
–¿Qué es lo que se siente a pocos días del final?
–Se te pasan muchas cosas por la cabeza. En lo personal, lo siento como algo increíble. Todavía no podemos asumir, más allá de que tengamos la responsabilidad, lo que va a ser la cancha el domingo. Para nosotros es algo increíble poder pelear un torneo así y es una sensación especial saber que sólo depende de nosotros porque así lo dicen los puntos.
–¿Tu hijo llega con un título bajo el brazo?
–Ojalá. Lo dije hace poquito. Ojalá el enano pueda venir con un título bajo el brazo.