Un sitio promete «vida eterna» al usuario

A través de un algoritmo de inteligencia artificial cargado con datos de Facebook, Twitter, emails, archivos de voz, fotos y videos del interesado, la polémica web propone crearle un avatar que, luego de su muerte, interactúe con sus deudos.

Todos moriremos tarde o temprano, dejando sólo algunos recuerdos detrás para nuestra familia, amigos y para la humanidad. Eventualmente, seremos olvidados. Pero, ¿qué pasaría si pudiéramos ser recordados por siempre?» Con esa pregunta se presenta Eterni.me. La propuesta de este nuevo sitio web puede ser considerada ambiciosa, sombría e incluso un poco escalofriante. Seguro es una puerta de entrada para entender cómo se administran hoy dos problemas universales: el miedo a la muerte y la pregunta por la trascendencia.

Parece ciencia ficción, pero no lo es. Eterni.me pretende que las personas sigan en contacto con los muertos a través de una réplica digital en 3D creada en vida por el difunto. Uniendo datos de Facebook, Twitter, emails, fotos y videos, los usuarios podrán armar un futuro yo. En verdad, un algoritmo de inteligencia artificial interpretará toda esa información y armará un avatar capaz de hablar y lucir como su creador, y conversar con familiares y amigos, cuando este ya no esté.

El usuario tendrá, por su parte, la posibilidad de determinar qué almacenar y, de esos datos, cuáles hacer públicos. También deberá entrenar a su avatar a través de interacciones diarias para perfeccionar sus habilidades lingüísticas y al mismo tiempo, crear una lista de personas con acceso a la cuenta en caso de muerte. La compañía espera que Eterni.me sea una versión avanzada y perfeccionada de la aplicación Siri y que esté lista en apenas un par de años. Para eso, sus creadores están enfocados en la búsqueda de inversores que los ayuden a desarrollar esta desafiante plataforma tecnológica.

Mientras tanto, las personas apuestan a Eterni.me como un modo de resolver sus temores, especialmente aquellos que, saben, morirán pronto: los creadores reciben ante todo mensajes de pacientes terminales. A los cuatro días de haberse lanzado el sitio ya se habían registrado 3000 usuarios. Hoy cuentan con más de 28.400 y esa expansión sucede a pesar de las severas críticas que recibe el proyecto y que parecen no importarle a Marius Usache, un programador rumano de 38 años, cofundador del sitio web: «Sientes que lo que estás haciendo está bien cuando nadie es indiferente a esa idea», responde a los cuestionamientos.

Usache lo niega, pero Eterni.me propone algo cercano al concepto de inmortalidad, al menos de una idea de inmortalidad basada en las facilidades tecnológicas del siglo XXI. En una nota publicada hace unos meses en la revista The New Yorker describía su proyecto así: «El rol del avatar fue romantizado. Pero Eterni.me es como una biblioteca y el avatar, como un librero. Ayuda a los usuarios a que la información que guardan tenga sentido. No se trata de remplazar a la persona que murió.»

La aparición de este sitio y otros con ofertas similares va en sintonía con los cambios en torno al vínculo de la humanidad con la muerte. La historiadora Sandra Gayol y el sociólogo Gabriel Kessler elaboraron un reciente estudio en el que repasan los modos de pensar y analizar la muerte en antropología y ciencias sociales. Indican, por ejemplo, que cada vez está más cuestionada la idea normativa del duelo como «pasaje obligado». Antes, no atravesarlo se consideraba un síntoma de negación; que durara mucho, de melancolía.
Trabajos especializados, como el de la socióloga Glennys Howarth, profesora de la Universidad de Plymouth y autora de Death and Dying. A sociological Introduction, revelan que hoy existe una mirada más abierta con la experiencia del duelo y una necesidad de los vivos de renegociar constante y periódicamente el vínculo con sus muertos. «No hay necesariamente una etapa que se cierra: los muertos forman parte de la vida de los vivos y por eso van siendo objeto de distintas emociones, intensidades de recuerdo y formas de estar», describen Gayol y Kessler.

Pero también Eterni.me pone en evidencia mutaciones sobre el lugar de la muerte en la vida pública, hoy atravesada totalmente por Internet y las redes sociales. Los libros del historiador francés Phillipe Ariès, Morir en Occidente y El hombre ante la muerte, son dos referencias clásicas en ese debate. Ariès realizó un exhaustivo recorrido desde la antigüedad hasta finales del siglo XX, que concluye con una lectura severa de esta época: estamos frente a una muerte totalmente negativizada, medicalizada y oculta, escribía, una muerte convertida en tabú. «Se vuelve inconveniente como los actos biológicos del hombre, como las secreciones del cuerpo. Es indecente hacerla pública. Una imagen nueva de la muerte está formándose: la muerte fea y oculta, y ocultada por fea y sucia», señaló.

Sin embargo, especialistas contemporáneos cuestionan esa ausencia y advierten, por ejemplo, la presencia de la muerte en los medios de comunicación, así como distintos modos de gestionarla y procesarla. En todo caso, Eterni.me pone en evidencia que las redes sociales están creando todo un nuevo entramado de ritos mortuorios, que se sustentan en nuevos sentidos y preferencias, individuales y colectivas, de relacionarse con la desaparición física. Por ejemplo, si desde la perspectiva de la posmodernidad, una «buena muerte» es aquella que uno mismo elige, Eterni.me expande la posibilidad de esa elección, de ese control, en el tiempo, hacia el futuro.

El desarrollo de este tipo de experiencias despierta fantasías que no se sabe adónde podrán desembocar. Quizá en unos años, advierte Susan Bluck, profesora de la Universidad de Florida, la tecnología permita forjar relaciones con ancentros aun más lejanos, por ejemplo, con abuelos que apenas se conocieron.

Eterni.me es aún una promesa. Y quizás un buen negocio que no termine de prosperar. Pero está ahí, como una invitación y una muestra de las novedosas formas en que los sujetos piensan hoy el dolor por la pérdida, el miedo a la muerte y la pregunta por el legado, más allá de los hijos, el árbol y el libro.