Otra manera de estar juntos

Ella le pide que lave los platos. Él le pregunta quién es el chico aquél que la llama tan tarde. Él se acuesta a las tantas, porque de noche lo atrapan los videojuegos. Y luego, en la cama, ella no aguanta sus ronquidos. Por eso, Alejandro y Valeria se cansaron de convivir. Lo habían planeado con cuidado, después de un año de relación. Ambos trabajadores, jóvenes (32) y enamorados, pensaron que la ecuación no podía fallar. Pero a los seis meses de vivir bajo el mismo techo, dijeron “Hasta aquí”.

¿Se separaron? No. Encontraron otra solución. Cuando los amigos preguntaban, ellos lo explicaban así: “No podemos vivir juntos pero nos queremos. Por eso decidimos seguir con la relación, aunque cada uno en su propio departamento”. Los sociólogos, en cambio, lo encierran en tres palabras: Living Apart Together, o, lo que es lo mismo “Vivir Juntos pero Separados”. “Se trata de una organización sexo-afectiva, monógama, de tipo estable y permanente, en la que por elección y convicción de la pareja no existe convivencia, en algunos casos pese a la tenencia de hijos en común”, define ante la revista Cielos Argentinos la socióloga Esther Pineda, Magíster en Estudios de la Mujer y autora del libro “Apuntes sobre el amor”.

Para remontarnos a los orígenes de la expresión anglosajona Living Apart Together (LAT) tenemos que ir a 1987 y hasta el Viejo Continente, donde la usó por primera vez el periodista holandés Michel Berkiel. Y es que en Europa y Estados Unidos fue donde primero apareció esta tendencia, animada sobre todo por los movimientos contraculturales de los años ‘60, que propulsaban formas alternativas de ejercer el amor y la sexualidad. “Fue un contexto de crítica y resistencia a la institución matrimonial y a la familia conservadora y represiva, que ya no respondía a los intereses y necesidades de las nuevas generaciones”, completa Pineda.

Pero en la actualidad, no sólo los hippies optan por esta vía para dar forma al vínculo. Si bien algunas investigaciones señalan el perfil de Alejandro y Valeria como el más común (adultos jóvenes profesionales y con alto poder adquisitivo) los expertos aseguran que ahora no importa la edad, el estrato económico o el nivel educativo: cada vez son más numerosos los que satisfacen su necesidad de pareja sin renunciar a su propio estilo de vida. “Comodidad”, por cierto, es la palabra que más suena cuando la dupla de treintañeros justifica la distancia en el dormir.