A disminuir el error humano

“No hay forma de pensar en mejorar la ‘accidentalidad’ de una ciudad desde modificaciones que incluyan únicamente las cuestiones del auto y de la carretera. Es indispensable que comencemos a pensarnos a nosotros mismos y nuestras conductas como el origen del gran cambio y de la gran solución a muchas de las consecuencias de los accidentes”.

Esa es una de las conclusiones principales de un reciente informe sobre “Error humano”, elaborado por el Grupo Interdisciplinario para el Estudio de la Colisión Vial (GIECOV) -tiene base en la Universidad Nacional del Sur-, al cual tuvo acceso “La Nueva.”.

El ente es el mismo que acaba de dar a conocer el informe semestral sobre la seguridad vial en Bahía Blanca, que marca un descenso del 12% en la cantidad de siniestros en comparación con los primeros seis meses de 2013.

El estudio sobre el «error humano» como generador principal de los accidentes de tránsito está firmado por los médicos Paola Buedo y Pedro Silberman, investigadora y director del GIECOV respectivamente, y se basa en diversas investigaciones nacionales e internacionales e incluye datos locales.

Los números de accidentología alarman. Al año, según la Organización Mundial de la Salud, mueren 1.240.000 de personas por esta razón. La mitad son peatones, ciclistas y motociclistas. Es la primera causa mundial de decesos entre jóvenes de 15 a 29 y, si no se revierte, en 2030 será la quinta causa general de fallecimientos.

En Bahía existe un crecimiento en este punto. La mortalidad por accidentes de tránsito en 2012 fue de 7,3 muertes por cada 100.000 habitantes, mientras que en 2013 se elevó a 9,28. Y este semestre siguió en alza.

No solo tomar el volante.

La conducción, según se afirma en la investigación local, requiere del funcionamiento adecuado y coordinado de una serie de habilidades cognitivas para registrar la información procedente de diferentes sentidos (fundamentalmente visual y auditivo), seleccionar y mantener la atención centrada en los aspectos importantes para la tarea, procesar la información (implica reconocer, interpretar y evaluar el peligro de modo correcto y valorar las posibles consecuencias de los diferentes cursos de acción) y responder de modo adecuado y eficaz en el contexto vial.

También requiere de habilidades interpersonales necesarias para ser competentes en cualquier actividad social.

En este sentido, el tráfico demanda la comunicación eficaz con otros usuarios de la vía. Debemos ser capaces de expresar nuestras intenciones, expectativas y valores con claridad, así como afrontar con equilibrio emocional diversas situaciones problemáticas que pueden surgir.

Todo este marco, señalaron Buedo y Silberman, “caracteriza nuestro estilo de conducción”, que debe orientarse en una actitud vial de responsabilidad, colaboración y cooperación social.

“Es claro que la circulación en la vía pública es una actividad social, y es razonable esperar que los propios sentimientos, creencias, actitudes y valores hacia otras personas y hacia las normas y convenciones sociales influyan en la propia ejecución”, sostuvieron.

Los médicos concluyeron que, cuando se habla de tránsito, “las principales responsabilidades recaen sobre nosotros”.

“Debiéramos profundizar en nuestra autocrítica sobre cómo nos desenvolvemos en la vía pública antes de adjudicarle la responsabilidad a terceros. Cómo manejamos, nos muestra cómo somos como sociedad”, opinaron.