Lo mejor y lo peor de la serie «Sandro de América»

Apenas recién terminado el primer trimestre del año, puede decirse sin dudas que Sandro de América es el fenómeno televisivo de lo que va de 2018. Con picos de rating que la televisión argentina solo le reserva a Marcelo Tinelli o a los partidos de la selección, la serie de Telefe consiguió ser tema de conversación durante tres semanas de éxito ininterrumpido que merecieron un final a toda orquesta en el teatro Gran Rex, donde el «Gitano» coronó su carrera con récords de presentaciones que nadie todavía superó.

Pero ¿qué tuvo la bioserie dirigida por el Israel Adrián Caetano para ser el éxito que fue? Aquí algunas claves.

Lo mejor de Sandro de América

* Puede que el casting sea de los mejores que hemos visto en la ficción televisiva en mucho tiempo. Desde quienes compusieron al Gitano -en orden de aparición: Agustín Sullivan, Marco Antonio Caponi y Antonio Grimau- hasta las actrices que jugaron los roles de sus grandes amores (con Muriel Santa Ana a la cabeza, en el papel de Olga) fueron solo aciertos.

* Mención destacada para Luis Machín, que entregó un trabajo extraordinario dando vida al legendario manager de Sandro, a quien acompañó y apostó por él desde sus primeros años.

* Parte del mérito del excelente trabajo de cast es de Caetano, uno de los directores de actores más lúcidos del cine y la televisión de Argentina. Alcanza con recordar a Pizza, birra, faso o la serie Tumberos para certificar el dato.

* Las escenas más dramáticas, casi todas aparecidas en los últimos episodios, que contaron los años más complejos del artista, estuvieron trabajadas sin golpes bajos, bajo una línea narrativa y de elección de situaciones que bien podría haber firmado Leonardo Favio. Hasta podría decirse que hay cierta influencia del film Gatica en el concepto visual-narrativo de la serie.

* El tono kitsch-pop de la serie resume el espíritu del cantante y compositor, su universo estético, su perfil como artista popular saturado de sex appeal.

* El maquillaje de Grimau. Impecable trabajo de make up para los últimos años del ídolo.

* La utilización de las grabaciones originales podría haber sido uno de los aciertos de la serie, pero los playbacks que se vieron en pantalla estuvieron lejos de resultar mínimamente verosímiles. El momento más flojo en este sentido es el que pudo verse en los ensayos de Sandro para sus últimas tandas de shows, visiblemente afectado en su salud pero que al momento de cantar sonaban grabaciones originales registradas décadas atrás.

* La transmisión de Telefe. Se trata de un elemento que no afecta a la obra que probablemente pueda verse vía streaming más temprano que tarde, pero los inserts publilcitarios en medio de escenas clave o los cortes abruptos en el relato para incluir una tanda resultan imperdonables.

* Por último, otro ítem que va por fuera del trabajo de dirección, guión y demás: ¿a quién se le ocurrió que la emotiva ceremonia realizada en el Gran Rex para el episodio final tenía que ser coronada con Miranda!?